>

Blogs

Ana María Tomás

Escribir es vivir

Tirar la piedra y esconder la mano

Andamos esta semana convulsionados por el luctuoso acontecimiento de la muerte de una mujer a manos de otra. Personalmente creo que ese debería ser el tema a tratar, sin embargo, aunque, al pasar al más allá no nos llevamos ni un titulito por muchos que sean los que hayamos acumulado, y de que, por otro lado, me produce una sensación de patética vergüenza ajena leer en algunos panteones una larga lista de logros mundanos, constato, una vez más, que no somos capaces de deslindar el puesto que ocupamos socialmente con lo que realmente somos o fuimos como personas una vez muertos.

Como ser humano, con su valor intrínseco como tal, es horrible que se pierda la vida a manos de otro ser humano, ni siquiera, si durante nuestro viaje por estos lares  aprovechamos nuestros logros para pisar cabezas o fuimos consiguiéndolos a base de subirnos a ellas. Al parecer los Cuerpos de Seguridad del Estado tienen ración extra de trabajo intentando averiguar quiénes son los que tiran la piedra y esconden la mano con respecto a la muerte de Isabel Carrasco. Los comentarios vertidos sobre ella en Internet son de todo menos respetuosos y, por supuesto, nada caritativos. En uno de ellos, un internauta le preguntaba a otro si era clarividente o tenía superpoderes porque hace meses escribió que con la crisis que había era indecente que esta señora tuviera doce trabajos ¿?; que se embolsara doscientos mil euros al año; y que “habría que eliminarla”. ¡Por Dios! ¿Estamos locos? Pero eso pasa, precisamente, por no ser capaces de deslindar los cargos de las personas. No vayan a pensar que es pequeño el problema.

Se dice, se comenta, que han oído que decían que la “Presidente (no “presidenta”, porque el participio activo del verbo ser es “ente”. Independientemente del sexo. Igual que lo correcto es decir estudiante, adolescente, paciente… y no estudianta, adolescenta, o pacienta ¡¿Vale?!) del Partido Popular de León y de la Diputación Provincial no era, precisamente, un ejemplo a seguir. Como “trabajadora” de las numerosas entidades a las que prestaba sus servicios, era férrea, dictatorial, poco amable y, al parecer, poco recomendable -aunque sólo fuera porque confesó públicamente que no leía-: pese a tanto sueldo, a viajar en  coches oficiales y a cobrar dietas, tenía el cuajo de pasar kilometraje. Y no se le encogió la tripa para subirse el sueldo en nueve mil euros. Aun así, incluidos los problemas que tuvo con la justicia por distintos motivos, tras los cargos públicos había un ser humano.

Todo apunta a una venganza personal. Hay que estar muy desesperanzado y acumular mucho odio para pegarle cuatro tiros a otra persona por la espalda. Hay una teoría novedosa sobre la energía, que mantiene la idea de que cuando alguien comete un asesinato el responsable no es sólo quien lo ejecuta, sino muchos otros que durante algún tiempo han estado lanzando al espacio sus malos deseos de venganza contra la víctima. A mí me parece bastante creíble, porque no se puede negar que la señora Carrasco durante bastante tiempo estuvo acumulando numerosas represalias, basta con navegar mínimamente por Internet para comprobarlo, hasta que una mano las ejecutó. Yo también creo que en este asesinato somos muchos los responsables. Y más de uno debería realizar un análisis minucioso sobre los acontecimientos. Menos responsable me considero ya de esa muchedumbre que, mientras estuvo viva, la maldijo y luego se arremolinó alrededor de la catedral de León para acompañarla en el entierro. Por el contrario, mis principios me impiden hablar bien de los muertos cuando estos fueron, mientras vivieron, unos indeseables, humanamente hablando. Al parecer no son muchos quienes comparten esos principios, es como si la muerte fuera capaz de neutralizar mezquindades o delitos. Pero nada más lejos. Más allá de nuestra presencia o ausencia nos acompañan, no los títulos adquiridos, sino la memoria de nuestro proceder.

Y, al igual que considero que no hay un solo culpable, también creo que no hay una sola víctima. Al margen de los familiares de la difunta, de manera especial su hija,  ¿alguien ha pensado en el inspector jefe de policía? ¿En el hombre? ¿En el esposo y padre?

Tenemos tan asumido que somos aquello que hacemos que nos perdemos la fascinante visión de lo que somos realmente y, al contrario de lo que ya apuntó el poeta C. Friedrich Hebbe, honramos con nuestro odio a quienes no somos capaces de honrar con nuestro amor.

 

 

 

Temas

El blog de Ana María Tomás

Sobre el autor


mayo 2014
MTWTFSS
   1234
567891011
12131415161718
19202122232425
262728293031