“Sólo lo distante es indispensable”
le dijiste mirando por encima de tus gafas.
Dile, pues, cómo se distancia
de aquello que la amarra con grilletes,
y que es para ella, imprescindible
y necesario.
Dile, cómo rompe la crisálida
del miedo a perder aquello que ama;
y qué antídoto toma que anule
la pasión del sentimiento.
Eso está bien si miras lejano el horizonte,
pero ella no quiere ser olivo,
ni roble centenario;
quiere ser jazmín, o flor de hibisco,
y apresar en día la fuerza de los soles,
quiere estar espléndida,
irrumpir descarada con sus rojos
en las horas amarillas de la tarde;
vivir intensamente,
devorar con soberbia y sin cautela
la fracción del verano que le otorguen…
y ser flor de un día,
y… ¿ser distante?
Créela si te dice que querría
estar en posesión de tu secreto.
Ella entiende que no se puede navegar
y ser mar al mismo tiempo.