Cuando hace unos años conocí, a través de ASMUJER (Asociación Murciana de Jugadores de Azar en Rehabilitación, sin ánimo de lucro), el dolorosísimo testimonio de una ludópata cuya adicción al juego la llevó a perder hasta el último ápice de dignidad, pues me contó que había sido capaz de hacer felaciones a cualquier desconocido en un parking por el importe de un cartón de bingo (algo menos de un euro cuando ella me lo contó), decía, que cuando me acerqué a la realidad tremenda de los enfermos ludópatas, que no viciosos, me prometí a mí misma poner mis humildes talentos a disposición de aquellos que dedicaban los suyos a ayudar a los enfermos a salir de esa adicción.
He de confesar que me enervaba cuando veía a determinados personajes como Belén Esteban o Rafael Nadal –imagino que para pillar tanto a incautos iletrados como a activos deportistas– realizando anuncios televisivos de apuestas “on-line”, pero cuando esta semana la prensa alertaba del peligroso aumento de menores adictos a las apuestas en internet han terminado de caérseme todos los palos del sombraje. Señores, que la mitad de los chicos que juegan de forma habitual lo hacen desde los 13 años. ¿De qué nos sirven campañas antidrogas, cuando la adicción al juego se descuida hasta explotarnos en adolescentes? Que un niño de diez años puede sentarse ante el ordenador para buscar información sobre Carlos I y le puede saltar la opción de jugar a la ruleta. Y ya si tiene una tarjeta de crédito cerca…
Tengo desplegada ante mi mesa numerosa información sobre este tipo de apuestas, resulta que el juego “on-line” es infinitamente más adictivo que el presencial, puesto que mientras que este último necesita unos cinco años para desarrollar el trastorno, en los juego por Internet en dos años presenta todos los síntomas. Y, teniendo en cuenta que, en este momento, los casinos en línea deben pagar solamente el 20% de los impuestos al Gobierno, mientras que los casinos reales deben pagar 75% o más… Y si añadimos que, al jugar con el móvil o la tableta no hay restricciones físicas, ni horario, ni prohibición que impida entrar a un casino, por ejemplo, pues tenemos el cóctel molotov perfecto. Lo peor de todo es la edad en la que se comienza a destruirse la vida: chicos de trece, quince, veinte años… que ya saben lo que es engañar, robar, vender joyas de su familia, perder amigos, novia o… novio porque cada vez hay más chicas, cosa que cambia el perfil de la ludópata puesto que, hasta hace poco, las mujeres solían comenzar pasados los treinta empujadas, quizá, por la insatisfacción de sus vidas. Las apuestas “on-line” están cambiando hasta las costumbres de nuestros mayores que, al tener problemas de movilidad o de soledad, pueden buscar una salida en el juego.
La Comisión Europea instó a los países a que pidan que los anuncios de juegos de apuestas on-line muestren mensajes del peligro que entraña ese tipo de juego, como lo que traen los paquetes de cigarrillos, sin embargo, el Gobierno prevé regular los “slots” digitales sin fijar topes en las apuestas y premios. Vamos, que en Internet se puede jugar a las tragaperras sin límite alguno. Los psicólogos y expertos en el tema temen un disparo brutal de las ludopatías.
Que es imprescindible que el Gobierno ponga límites a la cantidad apostada es más que obvio, tanto en los ludópatas mayores como en los adolescentes no son solo ellos quienes arrojan su vida por un abismo, sino que arrastran a toda la familia en donde está integrado el enfermo y cuya colaboración en su rescate es más que vital.
He visto de frente los ojos de algunos ludópatas, he escuchado de primera mano sus angustias y sus sentimientos de considerarse un miserable, he podido constatar cómo han perdido trabajos, casas, familias, dignidad y respeto, no ya de los demás hacia ellos, sino de ellos hacia sí mismos y les aseguro que es una de las peores cosas que se pueden perder.
Y he leído cartas, por parte de Asociaciones que luchan contra la ludopatía, al Defensor del Pueblo pidiendo ayuda en este tema, pero él sólo puede pasarle la patata caliente a las Comunidades Autónomas –esta figura no tiene otra función establecida–. Y también he leído las alegaciones dirigidas a la Agencia Tributaria de nuestra Región mostrando su desacuerdo a la regulación del modo de juego denominado SLOTS on-line, fechado, este último, el día 7 de abril del año pasado sin que hayan obtenido todavía respuesta alguna.
Y ahora ¿Con qué autoridad moral van a volver a ponernos anuncios sobre el control de adicciones? O ¿es que aquellas que engorden desesperadamente las arcas gubernamentales dejan de ser peligrosas?