Las imágenes en la televisión escupían un hatajo de bestias, mucho más animales que las pobres y pequeñas vaquillas (anda que como hubiese sido un miura, le hubieran tocado menos los…) a las que tiraban con saña del rabo, de los cuernos, de las patas… les pegaban, les empujaban entre una algarabía salvaje hasta matarlas, festejando, supuestamente, las fiestas del pueblo… En nombre de una… ¿tradición? Por favor, que nadie olvide que tenemos que seguir echando cristianos a los leones en los circos, es una tradición, los romanos colonizaron nuestras tierras y dejaron sus vestigios y sus tradiciones. ¿Dónde están los leones y el circo…? ¡Que siga la tradición!
Las imágenes en la televisión escupían el llanto amargo de una madre a la que un hombre le ha asesinado a su hija en Sevilla. Y, en Barcelona, una fachada de casa ocultaba el crimen de otro hombre a otra mujer. A su mujer, madre de sus cuatro hijos. ¡Veintinueve mujeres asesinadas en lo que va de año! ¿Dónde esta la prevención… las partidas económicas dedicadas a erradicar la violencia… el resultado de tener un inútil Ministerio de Igual-da?
Las imágenes en la televisión escupían conflictos eternos entre árabes y judíos… Conflictos que avivan odios creados, y que crean y extienden más odios y resentimientos, porque, al margen de bloqueos producto del miedo con el que vive el pueblo judío, éste parece olvidar qué fue lo que hizo con él Alemania puesto que está reproduciendo actitudes poco humanitarias con los palestinos.
Las imágenes seguían lanzando desencuentros entre políticos de nuestro Gobierno y de
Las imágenes en televisión hablaban de polis buenos convertidos en polis malos que ayudan a quienes corrompen, asesinan o trapichean con drogas.
Y si, entre canal y canal, desvías los ojos a algún periódico… pues más de lo mismo o peor. Las noticias en papel me dicen que las afganas quedan a “salvo” de extranjeros con un edicto religioso que prohíbe a las mujeres (éramos pocos y parió la autoridad religiosa) trabajar en ONG que no sean nacionales y salir del país si no lo hacen acompañadas por un familiar masculino. Al parecer pretenden que no se conviertan en una tentación del hombre occidental porque “el Señor nos pedirá cuentas en el día del Juicio Final y seremos castigados”. Y las mujeres andan volviéndose díscolas y utilizando ropas ajustadas ¡virgen de todos los burkas…! debido a la cercanía con hombres bastante menos machistas que los afganos.
Y observo que en todo, en todas las noticias, siempre son los mismos quienes sufren: los débiles, los desfavorecidos, el pueblo llano y pobre, la mujer…,
Y ahora vendría preguntarnos no ya quién tiene la culpa, sino qué puñetas está ocurriendo con el ser humano, con la sociedad en que vivimos, con el mundo que estamos dejando a nuestros hijos…
No podemos preguntarnos quién es el culpable porque lo somos todos. No el macho que mata a su mujer porque ésta decide separarse de él y no seguir soportando su maltrato; no los jóvenes que son capaces de torturar a un animalico hasta matarlo; no la fuerza bruta, al menos, no sólo ella, sino esta sociedad narcotizada de violencia, ignorancia, estupidez, falta de valores, manipulada, lasa… esta sociedad llena de tiernas madres que permiten, sin inmutarse, que sus pequeños infantes arranquen plantas de los jardines y vayan dando patadas a papeleras, mobiliario público, y cuanto se les pone por delante. Tiernas madres que se plantan en colegios y abofetean a los profesores que se han dignado reprender a sus vástagos. Mamás que se comen, literalmente, a quienes se atrevan a coartar cualquier acto vandálico de sus criaturitas… Esas mujeres equivocadamente consentidoras que impiden que sea la “tribu entera” quien les ayude a educar, y esos padres que hacen, igualmente, dejación de su papel, son culpables de igual modo. Y son culpables los programas que nos anestesian la conciencia y exilian la cultura del esfuerzo, porque ahora lo importante para triunfar en la vida es ser inculta, soez hasta decir basta, ordinaria, vulgar y, si puede ser, más puta que las gallinas (con perdón de las gallinas) ¿Para qué se van a esforzar nuestros hijos? Triunfando zánganos y golfas en casas de granhermanos y como tertulianos por ser l@ amantes de los ex del marido o la mujer de algún famoso… Y culpables todos los que consentimos semejante despropósito.
¿Tenemos lo que nos merecemos? Qué pena me responder a eso.