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Ana María Tomás

Escribir es vivir

Miren al pajarito

Más de un niño cuando mi padre, fotógrafo profesional –el mejor del mundo–, les iba a hacer una foto y pretendía que fijaran su atención en la máquina, recurría al consabido: “Mira al pajarito”… ellos, los que ya apuntaban maneras, en lugar de mirar a la cámara se miraban la bragueta. Y es que “el pajarito” ha llevado de cabeza a media humanidad desde el principio de los tiempos.

Dicen que el ser humano es infiel por naturaleza. Ahí es “na”. Vamos, casi por obligación, como si hablásemos de que soltar un kilo de arroz desde la ventana de un noveno está destinado, sí o sí, a caer “p´abajo” que diría alguno.

Esta semana andan revueltas las aguas de los “pajaritos” porque la supermegafamosa web de contactos Ashley Madison especializada en ligues para adúlteros ha sido pirateada por un grupo de sicarios informáticos denominado The Great Impact que ha logrado hacerse con los archivos secretos de treinta siete millones (sí, sí, 37.000.000) de personas dadas en alta en la “guesecica” de los cataplines. Según los piratas, la gente, “basura” la llaman ellos, que engaña a sus parejas “no se merecen ninguna discreción”. A ver, a ver… que tampoco es cuestión de generalizar, porque yo pienso que, si decido serle infiel a mi pareja,  agradecería infinitamente que no se supiera, pero si el que me pone los cuernos es él… entonces entiendo que no hay que tener ningún miramiento para someterlo al escarnio público ¿o no?

Miren, esto de asustar que van a dar los nombres de quienes se han ido de putas es una auténtica putada más para los inocentes de alrededor que para el propio interesado. Imaginen a la pobre esposa que comprueba que  mientras con ella su marido se acuesta y se duerme en el acto… – algunas veces antes–,  con otras hasta se permite la desfachatez de pagar por… por… eso se preguntarán ellas ¿por qué?

 

Estas cosas funcionan porque mientras que a las mujeres nos pierde pensar que todos los hombres son iguales, a ellos les pierde creer que no todas las mujeres somos iguales. Y, claro, ellos necesitan cambiar, experimentar, sustituir, reemplazar, pero… con la mayor discreción posible,  y aquí es donde entra en escena esta web, que, dicho sea de paso, ha colmado de ingresos las arcas (el año pasado obtuvo unas ganancias de “sólo” 106 millones de euros) a costa de los díscolos “pajaritos” que no renunciar a piar en matojo ajeno. El morbo, señores, que es muy malo. Todo lo que han hecho a escondidas se lo sirven con focos y con el beneplácito de su pareja y pierde todo interés, que se los digo yo. “Si, en realidad, ellos mienten porque quieren a sus mujeres”, esta frasecita la escuché hace unos días en televisión de labios de Arturo Fernández. Sobra decir la que salió de los míos.

 

La compañía de “adúlteros reunidos” alardeaba de que los más infieles de Europa eran los españoles, sí señor, para que nos vamos a conformar con participar… aquí hay que ir por un lugar en el podio de los vencedores y si se logra la medalla de oro… mejor que mejor. El pabellón bien alto aunque sea en cuestión de demostrar que se puede ser “oro” en traición, alevosía y, además, premeditación pagada.

Imagino que más de un “olímpico” estará con el culo azul, pensando que tendrían que ser ellos quienes denunciaran a los piratas por atentar contra la libertad sexual y el derecho de elección. Y que tendrían que encerrarlos con todas y cada una de las ofendidas y coléricas esposas para que hicieran de sparring de ellas.

 

Claro, que aquí no todo el monte es “orgasmo”, y tampoco es cuestión de cargar las tintas con los infieles, porque también ellas lo son, aunque no entren en el ranking de las campeonas como ellos. De todas formas, nosotras, vamos, ellas, que yo no tengo que ver ahí “na” de “na” , merecen capítulo aparte.

Malos tiempos  para poner los cuernos con tanta informática y tanto pirata dispuesto a jorobar inventos ocultatorios. De momento,  en lugar de fumarse algún cigarro entre acto y acto con sus ligues tendrán que fumar cartones, y, mirando el humo, dejar pasar el tiempo hasta que venga otro más propicio a la causa.

 

 

 

 

 

 

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