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Ana María Tomás

Escribir es vivir

BESO A BESO

“Beso a beso, dulcemente, abrázame que quiero sentirme diferente…”; “Y eso es lo que quiero: besos, que todas las mañanas me despierten besos…”; “El beso, el beso, el beso en España lo lleva la hembra muy dentro del alma…”; “Al partir un beso y una flor, un tequiero, una caricia y un adiós…”; “Besos, ternura, que derroche de amor, cuánta locura…” Besos, besos, besos, nuestra discografía está llena de canciones que hablan de besos, besos como desayuno o cena, en los encuentros y en las despedidas, en las alegrías, en las tristezas, en los momentos más… más importantes. Sin embargo, pocas personas saben que el beso está basado en rutinarias reacciones químicas del organismo. El beso es el encargado de analizar, en esos breves momentos, algunas sustancias químicas de la otra persona según estudios del doctor británico Bubba Nicholson. Y del procesamiento de esas sustancias puede depender, en gran medida, la continuidad de la relación.

Yo no sé si a Iker Casillas y a Sara Carbonero les daría tiempo de procesar y analizar las señales bioquímicas de uno y otra con ese precioso y espontáneo beso que el portero le estampó a la “re-portera” nada más terminar el partido que convertía a España en Campeona Mundial, pero de lo que sí estoy segura es de que la fama de ese beso les sobrepasará a ellos mismos como ya lo hiciera el célebre beso de la enfermera en el Times Square hace ya tantos años. Si uno celebraba el final de la Segunda Guerra Mundial, éste celebraba el inicio de la ruptura de ese estúpido maleficio en el que muchos creían que era imposible pasar de cuartos. Al tiempo que desataba una euforia desconocida y besucona.

El beso famoso de los famosos ha sido puesto y repuesto hasta la saciedad en las pantallas de nuestras televisiones, ha sido imitado, deseado, envidiado, reproducido y plagiado por un sinfín de parejas y ha hecho feliz a otro buen número de personas que no han tenido la posibilidad de vivir esa sensación pero a quienes les ha alegrado el alma que otros lo vivan.

Sin embargo, también ha levantado alguna que otra ampolla al considerar que es una demostración de poca profesionalidad por parte de ambos. Hay que ver lo meapilas que podemos llegar a ser los humanos, andamos rondando, la mayoría de las veces los extremos: o nos regocijamos en el permisivismo más laxo y todo cuanto veamos nos está bueno, sobre todo si nuestro estado de ánimo es la releche, o nos rasgamos las vestiduras y embasuramos al primer que se nos cruce sólo porque hace ostentación de que es mucho más feliz que nosotros.

Claro que para enmierdar a alguien con falta de profesionalidad no es necesario que unos jóvenes expongan su inmensa alegría por la consecución de un triunfo sin precedentes, cuando se quiere llevar el “gatico al agua” siempre podemos encontrar razones como la utilizada por el The Times de Londres. No es necesario, aunque sí muy de agradecer, que la española Miriam González, casada con el viceprimer ministro Nick Glegg, le “exhorte” al periódico londinense a pedir excusas por culpar de la primera y única derrota de España a Sara Carbonero. Y digo que no es necesario porque aquel comentario gratuito que hizo no lo realizó por el resultado en sí del partido, sino por unas imágenes en las que la reportera entrevistaba, de una manera fría y profesional, dicho sea de paso, al portero ¿qué importaba que en ese momento fuese su novio o su más íntimo enemigo? Por tanto, si la acción, bastante deleznable, del articulista no fue basada en hechos reales, sino en apreciaciones personales, poco va a cambiar la opinión del injusto columnista porque una señora se lo pida. Otra cosa sería que él mismo, ante el cambio de rumbo de la Selección Española, se hubiese bajado los pantalones, cosa que no ha hecho en ningún momento, así que… obligar a pedir disculpas… viene a ser “como el tío que tenía en Graná…”

¿Y ahora? ¿Qué pasaría si el común de los mortales fuese repartiendo besos y alegría a su alrededor? ¿Qué ocurriría si nos creyésemos que es maravilloso, además de contagioso, exteriorizar ciertos sentimientos. Y besar… besar por despertarnos cada día, por lograr llegar al trabajo sin ningún accidente, por poder utilizar las manos, porque tenemos junto a nosotros a quienes queremos… porque estamos vivos y sentimos que eso es lo mejor que puede pasarnos… ¿Piensan que esas razones son insuficientes…? Pues vayan mirando a su alrededor…

Si, por contrario, las consideran más que considerables, besen a su familia, a sus amigos, a sus compañeros de trabajo… estámpeles el más hermoso y sorpresivo beso en la cara o en los labios (según, sin, son…) y podrán comprobar cómo ese combinado de sustancias químicas que es el beso es capaz de cambiar hasta el cristal de las gafas con las que ven la vida.

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