Nuestro magistral Pedro Crespo, Alcalde de Zalamea, personaje de Calderón de la Barca, apuntaba que “Al rey la hacienda y la vida se ha de dar,/ pero el honor es patrimonio del alma,/ y el alma solo es de Dios…” Lo que pasa es que esto de la “Hacienda” se nos ha ido de las manos por mucho que nos vengan calentando la oreja con que “Hacienda somos todos”, imagino que querrán decir unos para dar y otros para tomar porque, a ver, partiendo del punto de que ya toca mucho las narices tener que comulgar la rueda de molino de la frasecita, Hacienda es muy pero que muy injusta y ni siquiera me voy a meter con hechos que todos sabemos y que ya están muy explotados, pero qué me dicen del siguiente planteamiento: ¿podría alguien entender que dos personas, con el mismo resultado de ingresos, una tuviera que pagar casi ochocientos euros mientras que la otra no tuviera que pagar nada, es más, que incluso le salga la declaración a devolver? ¿A que no? Pero si, además, añadimos que la que tiene que pagar ha estado tres veces más puteada que la que no tiene que pagar… es ya el acabose. Pues lo es. Para quienes estén verdes en el asunto les cuento por encima: si uno de sus chavales ha tenido que batirse el cobre en diferentes trabajos temporales, soportando, como buenamente ha podido a un jefe tras otro, adaptándose a unas condiciones en las que, nada más pillarle el tranquillo, lo han puesto de patitas en la calle… pongamos… en tres trabajos distintos, para obtener al cabo del año menos de veintidós mil euros ¡agárrense los machos! están obligados a declarar su hacienda y su vida, pero si su hermano gemelo ha tenido la infinita suerte de venir a ganar lo mismo pero con un mismo trabajo, con un mismo jefe, en el mismo sitio, sin tener que andar aperreado buscándose la vida de trabajo en trabajo… ¡Ahhhh! Entonces no hace falta hacer declaración a no ser que sea amorosa ¡Manda huevos! Sí, ya sé, ya sé que la vida no es justa, que una de las primeras cosas que se aprende en cualesquiera de las terapias para la depresión es que hay que desterrar el pensamiento de “no es justo, no es justo”, por supuesto que la vida, en numerosas ocasiones no es justa, pero es lo que hay y como tal hay que aceptarlo, pero, oigan, que Hacienda no es la Vida, aunque nos la chupe. Pero fíjense, yo pienso que tenerle que pagar una importante cantidad es algo maravilloso, porque es sinónimo de que se ha tenido un buen trabajo e importantes ingresos, “declarados”, por supuesto, además uno puede sentir más suyo el bienestar que aportan las pensiones, la sanidad, la educación, la seguridad ciudadana… por ejemplo. Si yo no estoy en contra de dar la hacienda, ya la vida… habría que hablarlo más despacio, pero, desde luego, en lo tocante al honor estoy totalmente con D. Pedro Crespo. Y no me digan que no toca el honor, la moral y hasta los ovarios la injusticia citada: a más puteado en el trabajo y en la vida (porque ya me explicarán si no lo es tener que ir peregrinando de puesto en puesto), máaaaas puteado por Hacienda. Sencillamente, no puedo entender que ocurra eso. Igual estas líneas sirven para hacerles reflexionar a los gurús de las finanzas o, en última instancia, que alguien me lo explique de forma que yo pueda entenderlo, vamos, yo y el resto de criaturas que, sin un puto euro en sus bolsillos, tienen que enfrentarse al pago de casi mil euros después de haberse dejado parte de la salud buscándose las habichuelas de trabajo en trabajo.
Hace poco leí por internet que “el mundo sería más bonito si los mosquitos chuparan grasa, no sangre”, pero después de enterarme del desafuero de Hacienda… los mosquitos no tienen nada que hacer. ¡Ay! mi querido D. Pedro Crespo, el alma será de Dios, pero mejor no preguntar cuántos la venderían al diablo por escaquearse inmunes de dar la parte de la vida que se va con la “Hacienda”.