Aviso: los fans de Bisbal que se abstengan de leer este artículo. No tengo ganas de que algún… a ver cómo lo digo… Lo haré en palabras de mi pueblo, de que algún bausán me demande como ya le ocurrió a un amigo mío, profesor, que por poner para analizar sintácticamente la frase «Bustamante canta mejor que Bisbal» hubo de aguantar que una madre le dijera que había traumatizado a su nena y que era un profesor nefasto. ¡Manda huevos! Bueno, pues avisados están.
Y ahora, a lo que iba. Comparar a ciertos humanos con animales como, pongamos, cerdos o zorras solo porque sus actos sean marranos o raposos no es justo. A mí no me lo parece, y no por los humanos, precisamente, sino por los animales. Es injusto. Los animales se comportan según su condición, que, en muchas ocasiones suele ser mejor que la de los humanos, mientras que estos últimos en infinidad de ocasiones hacen gala de su poca humanidad. No se precisa ir muy lejos para comparar la lealtad de un perro con la de más de una pareja en donde esta última sale bastante perjudicada. Y hablando de lealtades y de maneras de comportarse: hace un par de días, Chenoa, por fin, habló de lo sucedido con su relación con el “Ricitos”. A ver… no es que España viviera en un ay sin saber que pasó, pero ocurre algo muy interesante: esta pareja es una pareja tipo, vamos, como uno de esos patrones que los modistos utilizan para sacar tropecientos modelitos. Pues lo mismo.
Chenoa y Bisbal, para quien no lo recuerde, son dos triunfitos de aquella famosa “Operación Triunfo” en la cual unos jóvenes exhibían sus mejores dotes de canto en una televisiva academia. Allí se enamoraron y de allí salieron a comerse el mundo y a devorarse mutuamente, amorosamente hablando. Ella aseguraba que él era su vida, que lo amaba más que a ella misma y que no le importaba dejar aparcada su carrera profesional por seguirlo a él allá donde fuera. Creo que muchos de nosotros recordaremos la imagen de una Chenoa hundida, llorosa, desencajada, enfundada en un chándal, a la puerta de su casa confesando que se había enterado de su propia ruptura por la televisión, a través de una rueda de prensa que el mindundi dio desde algún lugar de Latinoamérica asegurando que estaba libre y que se iba a “mayami”. Ella no añadió nada más. Y él menos. Pero lo decía todo el rostro de una mujer abandonada por un…, iba a decir un hombre, pero creo que la palabra “hombre” alberga una grandeza que este individuo no tiene, plantada a través de una rueda de prensa, sin que ese tipo tuviera la hombría de ponerse delante de ella y confesarle que se había enamorado de otra, que sentía que las cosas hubieran sucedido así, que le agradecía los momentos vividos, que siempre estaría en su corazón por el amor recibido de ella… o, simplemente, para revelarle que se iba para siempre, recoger sus cosas y marcharse lo más dignamente que una situación así demanda.
Muchas mujeres nos posicionamos con su dolor, sobre todo las que conocemos de cerca a algún que otro cobarde que, como dije antes, se conduce de idéntica forma, y no le importa celebrar la comida de Navidad con toda la familia, se larga a comprar vino y en unas horas le hace saber a la novia, a la mujer, a la compañera de vida que sadesenamorao. Y hasta luego, Lucas, sin tener los cojones de dar la cara y asumir la situación. Como decía, nos posicionamos sin saber mucho más de aquella ruptura. Pero hete aquí que “lo que no se sabe hoy con dinero, mañana se sabe de balde” y durante doce años las posicionantas no entendíamos cómo ella no había pasado página y olvidado a un gilipollas semejante. Cuantas relaciones intentaba, tantas relaciones que fracasaban. Pero hace un par de días nos sorprendió presentando un libro autobiográfico titulado “Defectos perfectos”. En el cual pone los puntos sobre las íes y nos explica la mezquindad a la hora de cortar: «que se iba a tomar un tiempo». Lo siguiente: cambió de número de móvil nada más darle le espalda e hizo pública su relación con Elena Tablada escasas semanas después. De postre le pidió a su hermana que le enviara un mensaje a Chenoa con una exigencia: que le embalara sus cosas y que tuviera especialmente cuidado con sus premios. No les digo dónde estarían de haber sido yo.
Chenoa concluye así: «Nunca quieras a alguien más que a ti misma». Qué pena que lo descubriera tan tarde.
Y cuando le han preguntado que «ahora ¿por qué?», ha respondido rotunda: «Porque quiero».