Zapatero proclamó en la campaña electoral que el del Ebro era un «trasvase trampa». Cristina Narbona abundó después de la elecciones, con el PSOE triunfante, en que ese trasvase «está enterrado». Y ahora nos llega el consejero catalán de Medio Ambiente, fruto del Tripartito, con que quiere llevar aguas del Segre al Llobregat. Para no llamarlo trasvase, lo viste diciendo que es una «captación puntual de agua». ¿Acaso no es eso un trasvase?
Habrá que confiar en que el Gobierno socialista mantenga su palabra. Ya que no tendría justificación que haya transferencias de aguas del Ebro para Cataluña –otra derivación, además de la que ya existe para Tarragona– y se niegue para otras regiones.
El caso catalán, por lo demás, resulta complejo. Esta comunidad es ribereña del Ebro en su largo tramo final, y por lo tanto ya consume sus aguas en grandes volúmenes (desde Flix hasta la desembocadura). Cualquier captación en esta zona no se consideraría un trasvase siempre que esté dentro de la cuenca del Ebro, aunque políticamente tenga mala lectura puertas afuera. El caso del Segre, aunque distinto, también sería discriminatorio. Ahora queda por ver cuánto resisten, Zapatero y Narbona, la presión catalana.