Apasionante el debate que se ha abierto (más bien reabierto) a cuenta de la falta de agua para abastecimiento en Barcelona. Cuestiones básicas:
1- ¿Cómo se ha llegado a esta situación en Cataluña, cuatro años después del Programa Agua?
2- ¿Cómo puede tener Cataluña encima el riesgo de restricciones, mientras que en otras cuencas, como la del Segura, más seca y deficitaria, el consumo para la población está por el momento garantizado este verano?
3- ¿Cómo le sabe al Tripartito catalán, que no a los ciudadanos de Cataluña, probar de su propia medicina antitrasvasista?
4- Si negó el Trasvase del Ebro en el año 2004, hasta contribuir a forzar su derogación, ¿cómo se atreven ahora consejeros de ICV a plantear una derivación desde la cabecera del Segre, afluente del Cinca y este último asu vez afluente del Ebro? Qué gran contradicción cuando la necesidad aprieta.
5- ¿Es comparabe una derivación (‘punzada’ dice el consejero Baltasar) del Segre al Llobregat de 45-50 hectómetros al año, con otra derivación de 1.050 hm3 anuales máximos de la desembocadura del Ebro hacia Cataluña (190) y las cuencas del sur (300 para Valencia, 440 para Murcia y 90 para Almería)? Pues no. No nos engañemos. Lo que se cuestiona es el cambio de criterio. De pasar de posturas anti trasvasistas a otras trasvasistas cuando le conviene a uno.
En el caso del transporte del agua en buques cisternas, apunto unos detos recogidos en los últimos díasd en La Vanguardia y Europa Prees.
DESDE ALMERIA. DESALINIZADORA DE CARBONERAS
En caso de que se echara mano de este sistema, habría que contar con tres o cuatro buques cisterna. Llos mayores barcos transportan alrededor de 500 millones de litros y sugieren que, en el caso improbable de que Barcelona no contase con otras fuentes, habría que disponer de cuatro barcos: dos en puerto, uno cargando y otro descargando, mientras otros dos navegan, uno de ida y otro de vuelta. Eso, en el supuesto de usar esos grandes cargueros, como los que hace años llevaban a Baleares cargas de 30 millones de litros. (Es más probable que el buque se aproxime al seguno volumen que al primero).
DESDE LA DESEMBOCADURA DEL EBRO
Un buque de 300.000 toneladas de carga podría trasladar entre 20 y 25 hectómetros cúbicos de agua al año desde la desembocadura del Ebro, en Tarragona, hasta Barcelona, a un coste (antes del tratamiento) entre 0,9 y 0,6 euros por metro cúbico (dependiendo de si se considera o no de interés público) y con un gasto energético de 0,5 kilowatios hora por metro cúbico. Así se desprende de un estudio publicado en el número de febrero de la Revista Ingeniería Naval y elaborado por los doctores Primitivo González y Antonio Salamanca, de la Universidad de A Coruña.
Se estima que Barcelona tiene un consumo de casi 300 millones de litros al día (para uso de boca e industrial). Eso hace unos 0,3 hectómetros. O sea, un tercio del Estadio Nou Camp lleno de agua. ¿Cuántos buques harán falta? Eso dependerá del tiempo que dure el suministro y del tiempo de viaje desde Almería, de Tarragona o del Ródano. Está además el coste, que será muy elevado y el pretratamiento y tratamiento de esas aguas para uso de boca, aparte de la ‘esterilización’ de los tanques de los buques.
El transporte de agua en barco para situaciones de sequía extrema que hace peligrar el abastecimiento a la población no es un invento sacado de la manga. Ni una ocurrencia. Ya se hizo en Baleares y está recogido como una medida extrema en los protocolos de sequía de las confederaciones hidrográficas, incluida la del Segura. Se recibió con cierta sorna, y sorpresa, hace ahora tres años, la noticia publicada por La Verdad de que el Protocolo de Sequía de la cuenca del Segura preveía la posibilidad de llevar agua en barco hasta la Región de Murcia. No era descabellado. La cuestión es que es una fórmula más puntual que la punzada del Segre del consejero Baltasar.
Y mientras, el Ebro está al lado con su reciente riada. Es el contrapunto a la situación. Una riada o crecida no se puede asociar a un trasvase inminente de esas aguas. Sólo demuestra que el Ebro debería estar mejor regulado. ¿Pero regulado hasta qué punto? Ahí se abre otra controversia igualmente interesante.