presentó mi libro Las dos orillas. Agua sin pasión, en un acto que contó con la asistencia de dirigentes del PP y del PSOE, entre ellos Ramón Luis Valcárcel, Pedro Saura, González Tovar, Juan Carlos Ruiz, Fuentes Zorita, Pedro Antonio Sánchez, Francisca Baraza, Ruiz Vivo, Antonio Cerdá, etc. Pienso que hubo un avance importante en aras a ese consenso que todos desean sobre el agua. Si este libro puso ese pequeño granito de arenas, mejor.
Os paso el contenido de mi intervención.
Buenas tardes a todos, queridos amigos
Quiero abrir primero el capítulo de agradecimientos, empezando por mi mujer María del Mar y mis hijos por el tiempo familiar que les he quitado y por el ánimo que me han dado para escribir este libro. Un relato, incluido dentro de la colección Documentos del Agua, con motivo de la Expo de Zaragoza, que ha tenido la grata ayuda de la Entidad de Saneamiento y Depuración de la Región de Murcia y de la Entidad de Saneamiento de Aguas de la Comunidad Valenciana, y en especial de Manuel Albacete, Lola Gracia y Carlos Álvarez.
También deseo agradecer esta amable presentación del consejero Antonio Cerdá, así como la disposición del secretado de Estado de Medio Rural y Agua, Josep Puxeu para estar presente en este acto, aunque lamentablemente ha tenido que modificar y acortar su agenda en Murcia a última hora por causas imprevistas. Creo que Puxeu queda bien representado con el delegado del Gobierno, Rafael González Tovar, y el presidente de la Confederación Hidrográfica del Segura, José Salvador Fuentes Zorita, en lo que atañe a la Administración del Estado.
Asimismo quiero aludir a las personas, de todas las sensibilidades sobre el agua, sean cuales sean sus postulados, de las cuales he aprendido mucho en los últimos años. La lista sería muy larga y muchos estáis aquí presentes. Deseo mencionar también a mis compañeros y superiores de La Verdad Multimedia por el ánimo que me han dado desde el primer momento.
Las dos orillas es tanto una crónica periodística como un relato coral, cuajado de muchos protagonistas, que trata de dar una visión desapasionada de la gestión del agua n España desde el año 1995 al 2004. Desde el ministro socialista José Borrell hasta la llegada de Cristina Narbona. Y entre medias, los ocho años de Gobiernos del Partido Popular con los ministros Isabel Tocino, Jaume Matas y Elvira Rodríguez. Arranca el relato en aquel verano de 1995 que muchos recordarán, sacudido por la sequía de entonces y con aquel desembalse in extremis desde la agotada cabecera del Tajo. Y termina en junio del 2004 con la derogación del Trasvase del Ebro y de varios artículos del Plan Hidrológico Nacional. Tiempo habrá de glosar los últimos cuatro años.
El libro cuenta con una segunda guía cronológica, una especie de navegador de lectura, a través de la reproducción de artículos de opinión y de análisis realizados por mí y publicados en el diario La Verdad.
Escribir sobre el agua y tratar de contentar a todo el mundo es casi imposible. Tampoco es esa una tarea del periodista. Me doy por satisfecho con que este libro sirva de ayuda y proporcione algunas claves para entender la agitada historia del agua en ese periodo. Ha sido apasionante desde el punto de vista periodístico y ha dejado una honda huella en el hábitat social, político y económico de las principales regiones involucradas, como la nuestra, la Comunidad Valenciana, Aragón, Andalucía, Cataluña y Castilla-La Mancha.
La perspectiva me ha servido para reconocer errores de apreciación y para concluir que cuando se habla de la búsqueda de soluciones no hay ni buenos ni malos, ni sabios ni necios. En el libro se muestra que todos los gobiernos, de cualquier signo, se han implicado, con mayor o menor acierto, en la adopción de medidas para solucionar el grave déficit de agua que arrastran las cuencas del Segura y del Júcar, principalmente. No se puede negar el compromiso de los gobernantes a todos los niveles, y luego cada cual valore como quiera los resultados.
Al igual que los gobiernos, también han estado y están los técnicos, expertos y científicos que han contribuido, desde posiciones diferentes, al mismo propósito de solucionar este problema. Yo he aprendido de todos y en este libro están sus apuestas y sus trabajos, entre ellos los de Francisco Cabezas, anterior subdirector general de Planificación Hidrológica del Ministerio de Medio Ambiente, cuya contribución en este campo ha sido y es reconocida de forma unánime. También aprovecho para recordar la gran contribución que hizo Antonio León, tristemente desaparecido.
Quiero significar que, aunque pobres en agua, somos afortunados, en el sentido de que contamos con los mejores expertos y técnicos que se pueden tener en cuanto a la planificación hidrológica. Capaces de aprovechar hasta la última gota. Tanto en la Confederación Hidrográfica del Segura, como en la Mancomunidad de Canales del Taibilla, como en la Consejería de Agricultura y Agua.
Las dos orillas tiene como hilo conductor los esfuerzos de los gobiernos de turno por aprobar y poner en marcha un Plan Hidrológico Nacional. Se centra en el nervio principal de los trasvases, en concreto el del Ebro. Relata las acrobacias y tribulaciones de este proyecto, que todos conocen de sobra. El libro no trata de reivindicar ese trasvase derogado, sino de contar sin maniqueísmos lo que sucedió en esos años y las decisiones que tomaron los ministros comprometidos en la gestión del agua. Ese frustrado Trasvase del Ebro ha sido un banco de pruebas sobre un debate más profundo que va a la raíz de la solidaridad y colaboración entre los territorios, a las nuevas ideas sobre la gestión del agua y a las apuestas políticas sobre un bien estratégico y económico de primer orden.
También se reflejan en el libro los empeños de los presidentes autonómicos Ramón Luis Valcárcel, Francisco Camps, Jordi Pujol, Pascual Maragall, Marcelino Iglesias, José Bono y José María Barreda en la defensa de sus territorios, dentro de un tablero de juego donde la partida aún no ha terminado porque el problema del agua sigue sin estar resuelto. Más bien surgen nuevos obstáculos que, por ahora, dibujan serios nubarrones en el horizonte, y no precisamente cargados de lluvias.
Ni que decir tiene que la batalla que se vivió en los despachos y pasillos del Parlamento y de la Comisión Europea a cuenta del Trasvase del Ebro tiene fiel reflejo en estas páginas. La vieja Europa tiene todos sus ríos interconectados desde los tiempos de la revolución Industrial, lo cual sirvió de palanca para el despegue económico. Y todavía hay proyectos sobre la mesa de nuevos trasvases. No encaja intelectualmente que las autoridades de Bruselas pretendan dar lecciones en este sentido cuando abordan los proyectos, sean cuales fuere, que presenta el Gobierno español para solucionar la escasez de agua por medio de obras de infraestructura hidráulica.
He intentado recoger todos los enfoques y puntos de vista para el lector se dé cuenta de que no es bueno que haya etiquetas en el mundo del agua, porque eso conduce a menudo al enfrentamiento territorial e intelectual. Nuestras regiones, la de Murcia y valencia, las cuencas del Segura y del Júcar, necesitan un agua de la que no disponen y eso las mantiene en una situación de vulnerabilidad presente y futura que todos admiten.
Quizás estos años pasados ofrecen claves suficientes, y lecciones, para alcanzar una solución entre todos. Ahora soplan vientos favorables. Se ve un ámbito para alcanzar consensos y habría que aprovechar esta oportunidad para establecer la paz del agua o por lo menos poner puntos en común. Muchos hacen guiños ante la revelación de un acuerdo que se fragua entre bastidores y entre diversas administraciones. Ya se verá en su momento. Hay quienes dicen que el problema del agua es poliédrico. Yo creo que sólo tiene una cara. O se tiene o no se tiene agua. Así de simple. Vía trasvases, desalinización, reutilización, ahorro y acuíferos. Una combinación de todo y sin exclusiones. Aplicar las medidas más adecuadas a las necesidades de cada territorio. No lo digo yo, sino el Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de España.
El libro aborda algunos tabúes y chiclés en torno a la gestión del agua que ha estado supeditada a la ideología dominante de cada momento. Cabe preguntarse dónde está la sostenibilidad. ¿En un territorio con poco agua que obtiene la máxima eficiencia y eficacia social, laboral, económica y medioambiente de cada gota? ¿O en un territorio donde sobra el agua y donde los cultivos precisan de tres y cuatro veces más de caudales, y con una rentabilidad inferior? Con tres veces menos de agua se consigue lo mismo. ¿Hay forma de equilibrar eso?
El libro finaliza en junio del 2004 dejando el interrogante sobre el futuro del acueducto Tajo-Segura. La mayor obra de ingeniería hidráulica de nuestro país está ahora sobre dos mesas de operaciones, con una palpable preocupación de los regantes del Sindicato Central. Por un lado la tramitación en el Congreso de los Diputados, que no se sabe cómo acabará. Por otro lado, el Plan de Cuenca del Tajo que tiene la proa puesta en la reducción de los caudales trasvasables al Segura desde la cabecera de aquel río. Si de verdad existe voluntad de alcanzar consensos a nivel nacional y autonómico, éste es el momento. La conclusión es que el problema del agua en el Sureste y el Levante sigue pendiente de una solución definitiva.
La crisis ha puesto al descubierto que el sector agrícola y agroalimentario es el que mejor resiste. El propio Josep Puxeu lo recordaba esta mañana junto a Antonio Cerdá cuando daba los registros, positivos, del sector para este año. La producción de alimentos ha recobrado su valor estratégico y su plus de seguridad nacional que pocos discuten. No podemos depender a estas alturas de terceros países. Nuestros territorios forman parte de esa gran despensa española y europea y contribuyen decididamente a fortalecer la balanza comercial. El problema del agua en nuestro país se reduce en el fondo a poco más de 1.000 hectómetros cúbicos anuales de déficit. De entrada, no parece muy difícil de resolver.
He disfrutado mucho escribiendo este libro y espero que vosotros también cuando lo leáis.