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Manuel Buitrago

EL BLOG DE BUITRAGO

Ni 'Desalandia' ni 'Trasvasalandia'

El mundo poliédrico del agua –como dijo alguien– tiene dos lenguajes: el trazo grueso del blanco o negro; y la línea fina de los llamémosles técnicos y expertos. También podríamos recrearnos con la dualidad del Doctor Jekyll y Mister Hyde a la hora de separar el drama y la moderación cada vez que emerge un calentón hídrico. Todos llevamos  mucha mili encima para relativizar algunos discursos de antes y de ahora. Demonizar la desalinización es tan absurdo como exaltar los trasvases, y viceversa. Ya tuvimos una ración de ‘agua desmayá’ en los siete años de Rodríguez Zapatero, cuando el objetivo era desalinizar a toda costa para cubrir el déficit del Sureste. Una alternativa al derogado Trasvase del Ebro que ha dado unos resultados bastante pobres, hasta ahora, si se toman en consideración las cuantiosas inversiones realizadas, que para más detalle tendremos que pagar todos los usuarios a lo largo de muchos años. No es gratis. Al mismo tiempo que Zapatero proclamaba la autonomía hídrica del Mediterráneo con las fábricas de agua, seguía operando el Trasvase Tajo-Segura pese a todos los palos que se colocaban en las ruedas del acueducto; el último, a punto de hacerlo descarrilar.
Con Arias Cañete llega el nuevo giro a la política del agua, poniendo el solfa el fracaso de las desalinizadoras. Digamos que es el trazo grueso porque luego hay que entrar en el detalle: la desalinización es tan válida para la cuenca del Segura como los trasvases, la explotación de los  acuíferos, los bancos de agua o la reutilización; cada uno en la proporción necesaria y para los usos que convenga. Al PSOE  se le fue (bastante) la mano con desalinizadoras que han costado más de 1.000 millones de euros y que están paralizadas porque siguen existiendo otras opciones más baratas, sobre todo cuando no hay sequía; pero al mismo tiempo hay que reconocer que acabaron con el déficit de los abastecimientos y que son una garantía de futuro en su justo término, ya que la producción total prevista no se podrá utilizar a menos que los regadíos entren en el negocio. Y no están por la labor. Al mismo tiempo, la población no puede consumir  solo desalinización porque el precio sería prohibitivo y la factura energética astronómica.
La cuenca del Segura no es ‘Desalandia’ ni ‘Trasvasalandia’. El sentido común dice que antes que ‘comerse’ las desalinizadoras habrá que aprovechar dentro de lo razonable las ya construidas para no tirar cientos de millones por el desagüe, aunque sea bajando los precios. La Directiva de la UE prevé excepciones para las regiones sobreexpuestas a la sequía. Con toda la desalinización y con el Tajo-Segura seguimos teniendo un déficit de 317 hectómetros al año. Arias Cañete ha abierto la puerta a nuevos trasvases para aprovechar las aguas excedentarias. Es de esperar que todos hayamos aprendido de los errores anteriores.

 

 

 

 

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