El Gobierno de Rodríguez Zapatero está procesando lo que era evidente
desde un principio, que las medidas del Programa Agua no son
suficientes para cubrir el déficit del Segura, que sigue siendo de
450 hectómetros anuales mientras que no lleguen las rebajas. El
abastecimiento a la población -lo que menos agua requiere- puede
quedar resuelto con las desalinizadoras, y con el permiso de los
pantanos de la cabecera del Tajo; pero hay otras necesidades como son
los regadíos, el caudal ecológico y los acuíferos que soportan una
grave penuria.
Y por cierto, mucho habrá que correr para que todas las
desalinizadoras prometidas y proyectadas estén en marcha esta
legislatura. Conviene recordar que a día de hoy, la producción de
agua desalinizada en territorio murciano se limita a dos hectómetros
mensuales.
Dos años y medio después, el Ministerio no ha ofrecido la fórmula
definitiva; y parece claro que Murcia no puede seguir en esta
situación de incertidumbre y a salto de mata; con el Tajo colapsado y
recurriendo a pozos de emergencia, acuíferos sobre explotados y
bancos de agua muy limitados. En definitiva, con palicos y cañicas.
No en lo que se refiere a las fuertes inversiones en la
desalinización y modernización de regadíos; sino a esas medidas
extraordinarias de supervivencia -en definitiva, tirar de lo que hay
a mano para capear el temporal- que ni el propio Gobierno central
puede soportar de una forma tan persistente e impopular en algunos
territorios.
Narbona y Zapatero se debaten en un quiero y no puedo con los
trasvases y están a punto de abrir algún melón, si es que les dejan
los barones autonómicos que ya huelen las próximas elecciones. Será
muy divertido en este punto conocer los programas electorales de
populares y socialistas en cada una de las comunidades de la Liga del
Agua. La cosa va a ser de libro.
En otro plano, Ramón Luis Valcárcel propone el Tajo medio, que
rechazan sus compañeros del PP de Castilla-La Mancha. Luego mira
hacia Aragón -ahora más animado debido al pase que le ha hecho el
ministro Jordi Sevilla- e incomoda también a sus correligionarios de
Zaragoza. (Ya lo advirtiendo desde el Pilar: «No hay agua del Ebro ni
para paellas»).
Mientras, el socialista Pedro Saura postula otro acuerdo (600
hectómetros anuales del Tajo, «llueva o no llueva») que no acepta su
compañero socialista José María Barreda, presidente de Castilla-La
Mancha. Vende la piel del oso antes de cazarlo. (Por cierto, ¿no
recoge la Ley del Tajo-Segura, desde el año 1980, unos desembalses
máximos de 600 hectómetros anuales?).
Y en un tercer plano están los enfrentamientos, cada vez más
acalorados, entre regiones. La última que ha entrado en litigio ha
sido Castilla y León, del PP, avisando de que no le toquen su
territorio para enviar agua a Murcia. ¿Qué hace el Gobierno de la
nación para aplacar este pandemonium?
Ya me explicarán cómo se come todo esto. Máxime cuando el campo
murciano ha ganado, sólo este verano, más de 27 millones de euros
entre frutas y hortalizas, según las cooperativas agrarias. En el
segundo año de intensa sequía, los agricultores han ido a lo seguro y
han puesto 40.000 hectáreas en producción, amén de todo lo que
verdea. ¿Pero no se anunció el acabose el año pasado? El mercado,
como se ve, es el que manda. Aunque para abastecer a Alemania y al
Reino Unido aquí se esté sacando el agua de debajo de las piedras. Y
de fondo, planea el peligro, ya real, de una fuerte deslocalización
de las producciones agrícolas murcianas, que están huyendo a otras
regiones y países con agua garantizada, cuando no se importa el
género. Amen.
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MI REINO POR UN ESTADIO
Murcia, qué duda cabe, es más capital. Los incondicionales dirán que
gana categoría. Va a ingresar en ese club de la órbita futbolística
con un coliseo acorde a sus virtudes metropolitanas; lo cual ha sido
posible por el empeño y también por el interés de Jesús Samper: un
personaje sobre el cual hay que escribir con lupa, ya que cualquier
comentario sobre su vida y obra se interpreta en clave de adulación o
rechazo. Cuando empezó la aventura de Nueva Condomina, allá por el
año 2000, pocos imaginaron las costuras y composturas de todo lo que
se está levantando al otro lado de la autovía de Alicante.
Murcia ahora se balancea hacia el norte. Está experimentando una de
sus mayores transformaciones urbanísticas mientras fagocita su huerta
con los dos grandes tentáculos de las avenidas de los Borbones. Más
que por los accesos de tráfico, habría que preocuparse por los
nuevos hábitos ciudadanos; puesto que el atracón consumista de Nueva
Condomina y de Thader empieza a influir en los flujos de la séptima
área comercial española, que atrae a millón y medio de compradores.
Ya lo dijo el alcalde Cámara: Murcia no es sólo la capital, sino la
principal zona económica y de servicios del sureste.
Sociológicamente, el fenómeno da para una tesis doctoral. No le hará
ningún favor al tejido comercial del casco urbano, aunque hay quienes
piensan que habrá negocio para todos, ya que los hábitos de compra
son distintos en el centro que en los satélites de las afueras.
Este proyecto ha sido una apuesta política de Cámara, que siempre lo
ha defendido, aún en los momentos más complicados; que han sido
muchos. Recuerden las operaciones económicas y societarias de Samper
y su equipo, pura alquimia, para conseguir la estabilidad financiera
del proyecto. Cabe decir que el presidente del Real Murcia empezó con
más ilusión que dinero; que se tradujo en un convenio sustentado por
unas jugosas recalificaciones urbanísticas. Ese convenio fue apoyado
sin fisuras -y sí con alabanzas- por el PSOE en el año 2001. La
visión de la jugada de Samper estaba a la altura del mejor lance de
Zidane. Otros pudieron hacer lo mismo, pero fue aquél, llegado de
Madrid, quien apostó; aunque también dispuso de un cúmulo de
facilidades para este negociazo.
Como el ladrillo y el deporte ya son indisociables en la nueva
cultura de hacer dinero, el estadio de fútbol a punto de inaugurarse
pivota sobre una inmensa área comercial en la que hubo que encajar a
Eroski con calzador. Fue otro momento clave, ya que el grupo vasco de
distribución anunció que abandonaba (marzo del 2003) si no le
autorizaban los 12.000 metros cuadrados de superficie. La
generosidad, digamos, del Gobierno regional (hubo sonoras
discrepancias) permitió la cuadratura del círculo sin que se
vulnerara la Ley de Comercio: Los 4.000 metros iniciales de los que
disponía Eroski pasaron a 10.000 al tomarse en consideración otros
factores.
El otro pilar del proyecto, las 4.000 viviendas, es la molla del
negocio; aunque Samper tendrá primero que ajustar cuentas tras la
sentencia del TSJ, por la cual hay que compensar a las arcas
municipales con 40.000 metros cuadrados (30 millones de euros). El
Consistorio no los reclamó porque ¿pensó? que quedaba compensado con
la cesión del estadio y del campo de golf. Vamos a decir que Murcia
gana; y que los elementos han obrado a favor del plan de Samper. Son
mil millones de euros de inversión privada a velocidad de crucero;
mientras que otros proyectos de interés general (aeropuerto, AVE,
etc.) que dependen del dinero público llevan años de retraso porque
en ellos no hay negocio. Curioso.