Soltar las amarras de este barco, ‘Circuito en serie’, tenía que ser un acontecimiento con un mínimo de magia. Quería que el comienzo de una empresa como esta, un blog-columna sobre televisión en sus diversas plataformas –todas las que me vea capaz de abarcar, al menos–, plasmase lo mejor posible el tono que envolverá el blog y fuese, a la vez, una fiesta de inauguración por todo lo alto.
Y para ello, como caída del cielo, apareció hace unas semanas la primera temporada de ‘(Des)encanto’, la nueva aventura de (y para) Matt Groening, el archiconocido creador de ‘Los Simpson’. Esta pieza, perfecta para el lanzamiento de ‘Circuito en serie’, ha despertado tantas opiniones enfrentadas que algunos seriéfilos aún se están debatiendo entre dedicarle o no las cinco horas que dura su primera tirada.
‘(Des)encanto’, como decía, es una aventura “de (y para)” Groening. Para el creador, zambullirse en una propuesta que se aleja tanto de su estilo usual es un periplo casi mayor que el de los protagonistas.
A propósito de eso: Bean es la joven princesa de Utopía, una macarra incomprendida por Zog, su padre y el más patán de los reyes. Al cruzarse en el camino del azucarado/neurótico Elfo y el persuasivo demonio Luci, sus tradicionales gamberradas comienzan a irse de madre. Pese a la novedad, ‘(Des)encanto’ parece el mayor de los clásicos. Matt Groening revisita con esta tanda de diez episodios una fantasía medieval europea que tiene más de ‘Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores’ que de ‘El señor de los anillos’. En el peor de los sentidos.
Tampoco tenía grandes esperanzas depositadas en esta serie, pero no quita que fuese sorprendentemente fácil saltar al carro de la expectación generalizada. Y no ha sido para menos: seguro que te has cruzado carteles publicitarios proclamando la llegada de este mesías en marquesinas de autobús, o anuncios en la propia televisión.
Sin embargo, no puedo evitar pensar que ‘(Des)encanto’ ha resultado un quiero y no puedo de quien fue uno de los grandes creadores de la ficción audiovisual. Y no achaco esto completamente a Groening: siempre he militado en el bando de los que aún defienden ‘Los Simpson’ como una ficción serial más que digna. La familia amarilla puede haber perdido la acidez de otros años, pero sigue anclada, perenne, al reflejo de la sociedad en la que existe. El brillo de épocas anteriores ahora deslumbra menos, pero la heredera de ‘Futurama’ no ha dejado de meter las zarpas en la feria del E3, o de repasar la decadencia bohemia del Brooklyn artista a ritmo de Beach Boys. Las buenas ideas siempre son buenas ideas. Pero ‘(Des)encanto’ no las tiene.
Además de venir aderezada con chistes simplones, desacertados y generalmente a destiempo, la obra apenas aprovecha su universo fantástico y todos los matices que podría aportar. Incluso la gigante tuerta Tess –que tiene cierta relevancia en el séptimo episodio, el de la ‘novia’ de Elfo– aparece, permite que la trama avance y se marcha. Vale que hay cierto discurso prodiversidad y que luego regresa para un evento que no quiero revelar, pero no se nos muestra quién es verdaderamente, de dónde viene y lo que ha sufrido para comportarse como lo hace.
La serie tampoco permite a los personajes que sí tienen cancha para desarrollarse lucir como deberían. El juego que podría dar el esperpento construido por los tres protagonistas cuando intentan colarse en su propio castillo, de madrugada y ebrios, acaba echado por tierra. Las líneas de diálogo de Bean se deshacen de toda la emoción poniendo por escrito lo que los espectadores podrían descubrir por sí mismos. Para depositar tanto empeño en maquillarse como una serie de animación adulta, ‘(Des)encanto’ profesa un culto a lo obvio bastante infantiloide.
A partir del ecuador de la temporada sí hay algunos intentos de crear arcos de personajes, que resultan tener objetivos y frustraciones, pero ni la premisa y el tratamiento simplones de los primeros capítulos se prestan ni a Groening y compañía parecen interesarles esos berenjenales hasta casi el ocaso de la serie. Hablando de eso, los dos últimos episodios edifican una trama sobre ningún cimiento que componen un final injustificado, abrupto e indescifrable y convierten a ‘(Des)encanto’ en un engendro tullido. La verdadera serialización de una historia, la que se asienta con calma y acaba funcionando (muy bien), es la de ‘Rick y Morty’. Esto desentona.
Me cuesta comprender por qué, conociendo la carga argumental del último tramo, el equipo ha desperdiciado los episodios iniciales con capítulos autoconclusivos sin ritmo, gracia ni gancho. ¿Necesitaban el dinero que probablemente genere esta producción o creían de verdad que este experimento funcionaría?
Creo que el hecho de que Matt Groening no dirija ni escriba ninguno de los episodios es un factor importante aquí. Esto no es nada nuevo, y ya ocurría desde aquella primera aparición de la familia Simpson en 1989; pero un proyecto como este, especialmente arriesgado para él, necesitaba una implicación mayor. Era necesario conseguir una personalidad fuerte para ‘(Des)encanto’, que la diferenciase de otros éxitos de la animación adulta como ‘BoJack Horseman’ –de la que evidentemente bebe–, y no se ha conseguido. Quizá sea que ‘(Des)encanto’ me remite más a esta última que a ‘Futurama’, pero no consigo discernir hasta qué punto Groening ha dejado su impronta en esta serie.