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Antonio Rivera

A pantalla 'partía'

‘Élite’ y ‘SKAM España’: guerra de pilotos

Un problema de escribir regularmente sobre series es ese mismo: la regularidad. Es difícil mantener una continuidad en las publicaciones si asumimos que cada crítica debe llevar detrás al menos el visionado completo de la obra, y no hablemos de investigación extra. Por ello –y para disimular, con elegancia, que se me acumulan los episodios pendientes y tengo que salir del paso de alguna manera– quería plantear cierto experimento.

Después de devorar la primera tanda de episodios de ‘Virtual Hero’, se me ocurrió flirtear con el primer capítulo de la serie juvenil de Movistar+ ‘SKAM España’ –adaptación de una iniciativa transmedia noruega– con la intención de tomar el pulso a ese público adolescente español que es también, en teoría, el objetivo de la serie de El Rubius. De título pubescente en título pubescente di también con ‘Élite’, el serial español de crimen e instituto (vaya pareja) que ha construido Netflix recurriendo a varios de sus actores y actrices estrella de ‘La casa de papel’. Y así llegamos al experimento: enfrentar los primeros episodios de ambas obras para arrojar luz sobre cómo vende la tele española este tipo de productos al consumidor. No quiero (ni puedo, sin verlas enteras) detenerme en cómo se desarrollan, ni qué contienen; sino centrarme en qué experiencia proponen en sus primeras cápsulas –que, tratándose de plataformas a la carta, están claramente pensadas para capturar espectadores.

«Nuestra generación es la primera en vivir su vida dos veces: una de verdad, y otra proyectada en Internet», planteaba la segunda temporada de ‘American Vandal’ hace apenas un mes. Pues ese es uno de los preceptos iniciales de ‘SKAM España’, junto a muchas otras preocupaciones de la juventud actual. Ser nuevo en el instituto, desenvolverse en una pareja primeriza, definir un rol propio dentro de círculos sociales cambiantes… El pan de cada día de un adolescente, vaya. El tratamiento que el piloto de la serie da a este paisaje temático es de una naturalidad inabarcable, resorte para la identificación más que instantánea del público con los jóvenes protagonistas. ‘SKAM España’ destila un aura de pop alternativo que traduce la tosquedad de la británica ‘Skins’ (de tono similar) a un clima eminentemente español. Quien se aproxime a la producción de Movistar encontrará más la exploración y explotación de figuras de ‘Física o química’ que el espíritu contestatario de ‘Merlí’; pero con un manejo de lo verdadero que escapaba a aquel culebrón de Antena 3. La cotidianeidad de algunas secuencias evoca por momentos un efecto barthesiano: Roland Barthes sugiere que los significantes o símbolos de un discurso que no tienen un significado definido acuden, como significado común, a la realidad misma –para el caso, la percepción de la vida de una chica de dieciséis o diecisiete años.

‘Élite’, por su parte, zarandea frente a las narices del público un arco de asesinato a lo ‘whodunit’ con cierta proclama social. La serie traslada punto por punto la dinámica de la prolepsis (o ‘flashforward’) hacia el momento en que se descubre el cadáver que ya (re)popularizó en la tele más reciente la estadounidense ‘Cómo defender a un asesino’ –que algo ha tenido que ver en su éxito global. Y ese éxito global es algo para lo que la obra de Carlos Montero y Darío Madrona está diseñada: la suavización de los conflictos de clase y religión sugeridos (al menos en el episodio piloto, repito) para hacer la serie más masticable y apta para el consumo en masa es evidente.

En pocas palabras, ‘SKAM España’ ofrece un mundo en el que su público objetivo o target puede verse nítidamente reflejado, frente a la propuesta de ‘Élite’ de otro estrambótico, ajeno –¿cuándo visteis por última vez una puesta de largo de una adolescente entre gente más o menos cuerda?–, hiperbólico y cliché, pero que ofrece emoción a raudales. La guerra de los pilotos se reduce, entonces, a la acción contra los personajes.

Además, el apego de ‘Élite’ a los cánones básicos del thriller institutero implica también cierta adopción de las prácticas patriarcales inherentes al drama comercial, ya sea por reproducción o intento de subversión de estas. Si tomamos (aclaro, de nuevo) el primer episodio como declaración de intenciones unitaria, las tensiones entre los personajes se reducen a una competición de testosterona, puñetazos y deltoides. El arco de la joven musulmana, que inicialmente se resiste a quitarse el hiyab en clase aunque la escuela privada se lo exige, lo despachan bien rapidito para centrarse en la acción más macarra. En ‘SKAM’, sin embargo, el ámbito masculino es presentado directamente como una alteridad que queda fuera de campo: cuando la cámara rueda a la protagonista, Eva, rodeada por los amigos de su novio, el encuadre corta las cabezas de los chicos. Así refuerza la producción de Movistar+ que Eva será el centro de la historia; ella y su integración en la comunidad femenina del instituto –que, como era de esperar, se relaciona con la masculina pero sin perder su posición privilegiada en el relato.

Pero no todo es blanco o negro: la protagonista de ‘SKAM’ y su novio resultan un poco petardos por momentos, y los aciertos iniciales penden de un hilo en un guion como este. Mientras tanto, ‘Élite’ sí que se luce con la vuelta de tuerca al tratamiento del VIH en la pequeña pantalla nacional y está sirviendo de trampolín para que la propia plataforma, Netflix, se posicione en redes sociales a favor de la libertad sexual mostrada en la serie frente a algún que otro obtuso que la critica.

Las propuestas son bien distintas y los viajes que prometen igualmente atractivos. Además, siempre existe la posibilidad de que algo de lo mencionado cambie (para bien o para mal) en los capítulos que siguen y yo tenga que tragarme mis palabras. Pero eso es parte del juego, y confirmaría lo que ya sabemos: que la TV española está muy viva.

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Antonio Rivera

Sobre el autor

Periodista y crítico del audiovisual. Este es mi huequecico para reivindicar lo pequeño, pero también lo grande, del cine y la TV.


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