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Antonio Rivera

A pantalla 'partía'

Unas palabras con Darío Madrona

Ha escrito la serie más potente del momento, pero dice que apenas lo nota. El murciano valora de crear una serie para la plataforma Netflix el empujón  que supone la marca y su brutal despliegue de promoción. Eso compensa la sensación de que hay tanta oferta de series que «quizá la gente no se acuerde de nosotros para cuando llegue la segunda temporada».

Darío Madrona

Pasan diez minutos de las cinco de la tarde y en el Café Italiana Madrid, donde le espero, cuelgan una pizarra que felicita a los clientes por los 20.000 cafés consumidos en el establecimiento. De cifras estratosféricas como esas no sabe demasiado Darío Madrona (Murcia, 1978), porque Netflix, la plataforma para la que ha escrito el exitazo mundial ‘Élite’, no las revela. Sin embargo, el fenómeno se siente: el guionista llega al local casi sin aliento. Por lo visto, viene trotando de otra reunión, y aún tiene tiempo de responder a un par de compromisos golpeando la pantalla de su teléfono móvil antes de atendernos. «Debéis estar atacados estos días», le digo. Dada la poca cantidad de entrevistas a la que están acostumbrados los guionistas, confiesa, «esto me parece muchísimo». Por la amarga lluvia, apenas tomamos tres fotos en la plaza de los cines Luna, junto a la Gran Vía. «Yo no soy fotógrafo», bromeo; «menos mal, porque yo no sé posar», contesta Madrona. Después de ofender al italianísimo barista con una comanda que se queda en dos cafés con leche normales, españoles, Darío murmura con una sonrisa pícara: «Debe de estar pensando, ‘¿Café con leche? Qué gentuza’». De niño, Madrona ya fingía que entendía los diálogos de los tebeos sin saber leer, y comenzaba a inventar historias en las largas caminatas al colegio. Así empezó a ejercitar el músculo creativo, «por aburrimiento».

¿Cuál es tu personalidad creativa? ¿Qué temas y formas te interesa explorar?

Siempre he disfrutado mucho con los géneros, pero contados de una forma un poco distinta: casi nunca he hecho comedia pura, drama puro, fantasía pura… Siempre me ha gustado mezclarlos, e incluso llevármelos a un terreno distinto. Me gusta mucho, por ejemplo, llevar el género fantástico a la realidad [Su momento favorito de las películas de ‘X-Men’, que adora, es en el que el personaje Iceman saca una cerveza del frigorífico y la congela con el aliento]. Todo lo que supone plantearse los géneros más subidos del cine y la tele norteamericanos y traerlos a la realidad española, de manera que puedas creer que podría estar pasándote a ti, me encanta. Los géneros puros, en general, me dan un poco de pereza.

¿Con qué series creció el pequeño Darío?

Como había muy pocas series, era más de cine. Viví la época de los dos canales; luego hubo cinco pero tampoco se ponían tantas series. Aunque sí recuerdo juntarme con mi familia a ver ‘Aquellos maravillosos años’. También recuerdo ‘Las chicas de oro’, ‘El coche fantástico’… Cuando era crío, me gustaba prácticamente todo lo que ponían, porque lo veía todo. Siendo algo mayor, recuerdo el piloto de ‘Perdidos’. Luego la serie fue un horror, pero recuerdo ese episodio como la primera vez que vi una serie y dije «quiero ser esto de mayor».

¿Y cómo decidiste saltar al otro lado de la pantalla, al lado de los que producen?

De pequeño, bajaba con mi padre al parque y, mientras él leía el periódico, yo fingía entender lo que decían los personajes de un tebeo. Además, vivía muy lejos del colegio, y en las largas caminatas lo único que podía hacer era inventar. El músculo creativo lo ejercité así, por aburrimiento. Después me entró una pasión salvaje por el cine, y decidí que la única forma que tenía de entrar en ese mundo era escribir, porque no había móviles para grabar y las cámaras eran muy caras. La máquina de escribir y el ordenador eran como mi pasaporte a otros mundos. Estudiando en Madrid conocí a gente del mundillo, y me fui metiendo en él. Siempre fue con la escritura porque soy introvertido: el acto físico de escribir no me costaba nada, y el acto social del rodaje me resultaba más pesado. Fue cayendo por su propio peso.

¿Élite es una serie española? ¿O es una serie ‘de Netflix’, que hasta no hace mucho se habían entendido como modelos distintos? ¿Tiene sentido seguir haciendo estas clasificaciones?

Es verdad que, generalizando, ha habido muchas series que entraban dentro de una categoría ‘española’, sea lo que sea eso, pero también nos hemos olvidado de que hace tiempo ya había otras muy diferentes. No han venido los americanos a enseñarnos cómo hacer las series. En su momento, ‘Motivos personales’ [del año 2005] supuso un cambio muy importante en España; tampoco ‘La chica de ayer’ [que Madrona escribió en 2009] era una serie española al uso en ese sentido. Incluso diría que ‘Aquí no hay quien viva’, en su momento, era una serie de comedia que rompía bastante por lo bestia que era. Creo que dentro de ese molde, que es cierto que lo ha habido, ya tuvimos muchas series distintas de las que no nos hemos dado cuenta. En cuanto a Netflix, hay diferencias sobre todo en formato, porque los episodios de 50 minutos son cruciales; pero creo de verdad que con ejemplos como ‘Fariña’ o ‘La casa de papel’, también generalistas, no estábamos tan lejos como para decir ahora que hacer una serie para Netflix es otro mundo. Es una evolución natural que las series españolas ya apuntaban. Con la excepción de los 50 minutos, creo que ese movimiento ya estaba ahí antes de Netflix y era imparable. También en los valores de producción, o en los temas planteados (en los que a lo mejor hemos pecado más de cobardes los propios guionistas, por nuestro apego a estructuras anteriores). Nosotros no nos planteamos hacer la serie española de siempre, pero tampoco todo lo contrario. Ha habido un poco más de atrevimiento gracias a Netflix, pero en España no estábamos tan lejos, ni mucho menos.

Carlos Montero y tú sois productores ejecutivos. ¿Manejábais el concepto showrunner?

Lo manejábamos porque queríamos dejar claro que lo éramos [ríe]. No somos los primeros ni mucho menos en el país, pero éramos muy conscientes de que queríamos manejarlo. De hecho, Carlos peleó mucho por ese «creado por» que aparece en los créditos iniciales, porque era verdad. Nosotros elegimos el casting y estuvimos en todas las reuniones creativas importantes. Para bien o para mal, la serie no es solo nuestra, por supuesto, pero es más nuestra que de cualquier otra persona.

Ese término tiene matices distintos a los del director en una película, que, por ejemplo, no equivale para nada al director en una serie. ¿Te sientes autor?

En el cine, siempre he intentado huir un poco del concepto de autor, incluso como espectador, porque creo que incluso el cine de autor tiene un componente de equipo bastante grande. Una película es más del director que de nadie, pero es de todo el mundo. Y el concepto de autor me toca un poco la nariz, porque me parece algo egocéntrico. Por eso nunca me llamaría ‘autor’ de una serie: sí que te diría que hay más nuestro en ella que de cualquier otra persona, pero hay de mucha gente a la vez. Casi preferiría que nos libráramos del concepto de autor en el cine, antes que trasladarlo a la televisión. Aunque lo entiendo: en una película de cierto director veo su personalidad ahí, pero también veo que, si hubieran tenido otros colaboradores, la película habría sido diferente. El principal motivo por el que yo voy a ver una película es por el director, pero sé que no es el autor único de la obra y creo que hay que recordar que hay mucha más gente detrás.

Visto está que no a todos nos cuesta lo mismo obtener un máster, un título universitario, o entrar en la escuela privada donde se forman «los líderes del mañana» [como se describe el sofisticado centro educativo en el que se ambienta ‘Élite’]. ¿Cómo encaja la serie en la sociedad que la recibe?

La idea inicial podía recordar a muchas otras cosas, y nos planteábamos todo el rato lo que teníamos que potenciar para hacerla diferente. Vimos que había una conciencia de clase determinada después del 15M y la crisis económica: la gente joven no necesariamente ha leído ‘El capital’ de Marx pero sabe que algo está pasando. Sabe que hay injusticia y que es mucho más fácil llegar a un puesto de trabajo o hacer un máster si tienes dinero. Por eso teníamos claro que la desigualdad económica entre personajes debía ser la base de todas las tramas de ‘Élite’. Creo que una serie así, con la situación política actual, cobra un sentido distinto al que habría tenido hace 15 años. Y encontrar una serie en la que incluso el misterio final te hablara de eso hacía que fuéramos un poco diferentes a todo lo que ha venido antes.

Y tú, en tu época de estudiante, ¿eras más de Las Encinas o de los chicos becados?

Yo fui de colegio público e instituto público. Pero en mi época no teníamos esa sensación: yo sí pensaba que tenía las mismas posibilidades que cualquiera. Además de que todavía no había muchas instituciones privadas, tenía la sensación probablemente naíf de que podía llegar a cualquier cosa. Y creo que ahora preguntas a la gente y no la tiene: piensa que todo va a ser mucho más difícil. Yo era claramente del lado de los pobres, de una familia de clase media murciana, y jugaba al fútbol en un campo de piedras, por decirlo así. Sin embargo, cuando hicimos la serie, intentamos que no fuera maniquea, mirando a los ricos con condescendencia desde el punto de vista de los pobres ni viceversa. Queríamos que todos tuvieran sus blancos y negros, y no centrarnos en revanchas sociales.

El también murciano Jaime Lorente protagoniza 'Élite' junto a María Pedraza.

El también murciano Jaime Lorente protagoniza ‘Élite’ junto a María Pedraza (fuente: Netflix).

La valentía de la serie en el tema social no es tan común en las producciones comerciales. La forma en la que los espejos, cristales y superficies pulidas crean atmósferas que diferencian los mundos de arriba y de abajo. ¿Cómo se plantea esa puesta en escena?

Es principalmente cosa del director. Nosotros podíamos hablar con ellos, y hay cosas que aparecían en guion y cosas que no. Por ejemplo, el mundo de los reflejos viene mucho de Ramón Salazar y de Dani de la Orden [que se reparten la dirección de los ocho episodios]. De hecho, incluso se quitó algún plano de un personaje rico viéndose reflejado en una superficie. Son cosas que encontramos un poco por accidente: la presencia del agua, por ejemplo, que es muy importante por motivos narrativos pero también por la idea del reflejo, surgió un poco por casualidad. Teníamos muchos escenarios con eso y, jugando con ello, se les acabó ocurriendo a los directores. No vino premeditado, porque primero estábamos preocupados por contar una serie que tuviera sentido narrativamente y luego, si encuentras todas esas joyas por el camino, estupendo.

¿Tomabais estas decisiones sabiendo que, además, debíais hacer un producto aceptablemente accesible?

En la mayoría de los casos, esas cosas no llaman la atención sobre sí mismas; están si las quieres ver, pero si no, se está contando la historia. Sí hubo algún plano que sí lo hacía, y peleamos por él, pero se acabó quitando por cuestiones de ritmo y porque el capítulo uno estaba larguísimo. Cuando el subtexto se convierte en texto, es muy aparente y no parece que sirva para otra cosa, creo que a una plataforma como Netflix o cualquier cadena de televisión generalista les rasca un poco. Si está dentro de la narrativa de la serie no hay ningún problema; pero detenerse a meter un plano así, sobre todo en una serie como la nuestra, principalmente enfocada al público adolescente, es distinto.

¿Hay entonces hueco en el circuito comercial para el audiovisual más comprometido?

Creo que nuestra serie es relativamente comprometida, y hemos tenido un hueco para hacerlo así. Uno puede quedarse con la parte más culebrona de la serie, pero hay otras cosas que también están ahí, que puedes llegar a ver. Además, en plataformas como Netflix, el ‘mainstream’ [lo comercial] deja de tener un poco de sentido. Hoy en día se apuesta por creadores que tienen mucha manga ancha para hacer lo que quieran: si uno propone una serie más revolucionaria, creo que se la van a producir. Quizá la plataforma no confíe mucho en ella, pero todo el mundo tiene acceso, así que está en el ‘mainstream’. No es como una cadena generalista, que puede emitir una serie a las cuatro de la madrugada y sabe que no la va a ver nadie. El acceso está un poco más democratizado.

No es baladí que trabajáis con la plataforma Netflix, que produce y promociona a bombo y platillo una cantidad ingente de obras originales y de forma continuada. ¿El fenómeno que pueda crear una serie, como el de ‘Élite’, es efímero cuando su plataforma madre, pasados días o semanas, la sepulta bajo estrenos y estrenos? ¿Hay un ‘efecto Netflix’?

En este momento todo es efímero. La gente me dice que se ha visto la serie en un día, sabiendo que va a tardar mucho tiempo en salir la segunda temporada. Tal como se consume, ya es efímero. Además, como dices, después de consumir la serie llegan tropecientas más y la gente empieza a verlas y hablar de ellas. Es muy diferente al modelo de un capítulo a la semana, donde la conversación se mantiene en el tiempo. Por otra parte, el beneficio es tan grande… Creo que nuestra serie tenía muchos elementos para triunfar, pero también estoy convencido de que tener la marca Netflix detrás ha hecho que se vea mucho más; eso es innegable. Creo que una cosa compensa la otra: el apoyo brutal y la promoción compensan que, por la idiosincrasia de la plataforma, haya tantos productos que tengo un miedo irracional de que la gente no se acuerde de nosotros para cuando llegue la segunda temporada. Pero es el mundo que nos ha tocado vivir, y sería inútil resistirse porque es ley de vida.

El de la esperanza de vida de una serie hoy día es un tema complicado…

Creo que es muy poca, pero también que subestimamos a la gente si pensamos que no se van a acordar o que no son capaces de ver diferentes cosas. Hoy la gente consume series (y temporadas de series) como antes veía películas; y sigue viendo películas, pero menos. Cuando era más joven, en mi familia consumíamos mogollón de películas; y no por eso se me olvidaron las buenas ni dejé de esperar la segunda parte de una que me había gustado. Creo que la gente se está haciendo a ello y es capaz de asimilar toda esa información.

En esto quizá también tenemos algo de culpa nosotros, la prensa. ¿Hasta dónde es responsable la crítica de que ciertas obras interesantes no lleguen a conocerse porque no se habla de ellas?

Sé, por el trabajo que hace la gente de Netflix, que han conseguido que se hagan críticas de nuestra serie en medios norteamericanos a base de llamarlos para insistir en que la vieran. Es la pescadilla que se muerde la cola: si ves que en Netflix están promocionando ‘Élite’ como locos, querrás hablar de ella porque crees que a la gente le puede interesar, aunque solo sea porque se habla de ella. Pero si la prensa ve que nadie habla de cierta serie, por un lado, no hay incentivo para verla; por otro, quizá tengan la sensación de que la gente no va a clicar en esa información porque no han oído hablar de la obra. Creo que a la gente puede interesarle saber qué series se está perdiendo porque muchos tienen esa sensación: que hay cosas que se están perdiendo. Yo mismo me paso horas añadiendo cosas a mi lista de series por ver, y estoy seguro de que esa lista me va a sobrevivir [ríe].

Toca plantear el eterno dilema: si las series son o no cine. Esta idea se ve en ocasiones como un método de legitimación de las teleficción. ¿Es eficaz? ¿Aún es necesaria esa legitimación?

Este tema me toca un poco la moral [ríe]. Creo que, en este punto de la historia cultural, esa legitimación no es necesaria para nada. De hecho, me enfada igualmente que se trate de cine a algunas series o que se diga que el mejor cine de ahora está en la tele, queriendo hacer de menos al otro medio. Para mí no tienen nada que ver. Sí se están acercando cada vez más en el lenguaje visual, pero creo que intentar hacer cine, narrativamente, en televisión es un puñetero error. Lo que mola de la tele es la división capitular, que los episodios tengan entidad por sí mismos. Que, como pasaba con Dickens en la novela, termines un episodio y quieras continuar con el siguiente; si no, veo muy difícil hacer una película de seis u ocho horas que mole. Ya es difícil hacer una de dos [ríe].

(Esta es una versión extendida de la entrevista publicada en la edición impresa de ‘La Verdad’ del miércoles 21 de noviembre de 2018)

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Antonio Rivera

Sobre el autor

Periodista y crítico del audiovisual. Este es mi huequecico para reivindicar lo pequeño, pero también lo grande, del cine y la TV.


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