Por Fernando Caride.
Cuando empezamos en todo esto, poder incidir de manera directa sobre los efectos de la comunicación en la mente del consumidor solo se le atribuía a la publicidad subliminal. Sí a eso que no se sabe muy bien qué es, porque pertenece a la percepción inconsciente del individuo y que por alguna extraña razón solo se experimentó una vez en aquel cine de Estados Unidos.
Cuando empezamos en todo esto, la mente del consumidor se regía por ceros y unos, era la época en que la televisión solo tenía dos canales, la gente iba al cine con regularidad y la publicidad exterior no atentaba contra la belleza de la ciudades, sino todo lo contrario.
Cuando empezamos en todo esto el neuromarketing, claro, no existía. Pero tampoco existían los insights, ni Twitter, ni casi nada de lo que hoy construye la comunicación que, pese a todo, no deja de ser un mensaje que un emisor quiere hacer llegar a un receptor por un canal determinado y mediante un código común.
Cuando empezamos en todo esto cualquier avance en el mundo del marketing era un avance para la sociedad en general, porque las marcas son lo que mueve el mundo, como mínimo, igual que los gobiernos o las religiones.
No os voy a ocultar que a mí, desde mi faceta profesional, me parece que el neuromarketing es “hacer trampa” al ingenio creativo. Es como si a Dalí se le hubiera dado la oportunidad de cotejar el éxito de su obra antes de terminarla, para que pudiera rectificarla y “acertar siempre”. Será porque, sin que me oiga nadie, me sigue gustando tener la nostálgica idea del creativo que basa su talento en el saber hacer de su mente, de su equipo, de su experiencia y de la investigación, claro, pero de la que falla más ;-)). También entiendo que a los anunciantes le venga muy bien el hecho de no malgastar sus presupuestos en “experimentos creativos” que como mucho están controlados por investigaciones cualitativas o cuantitativas, pero sin cables de por medio.
Y es que, volviendo a la realidad marketiniana, nuestro trabajo no es como el del mundo del arte a secas, sino que el nuestro es un arte puramente comercial, es la capacidad de seducir al servicio de nuestros anunciantes, y el neuromarketing es exactamente eso, la ciencia que pretende comprender y actuar sobre nuestras emociones y motivaciones como consumidores.
¿Preparados para conectar nuestra mente con las marcas?