Por Fernando Caride.
Un anuncio no debe ser un anuncio, debe conseguir abrirnos mucho los ojos y levantarnos las cejas en señal de sorpresa y erizarnos el vello como reflejo de emoción. Una acción publicitaria no puede basarse en contar lo que dice la etiqueta del producto. No puede ser un prospecto, ni parecer un cartel indicador.
La publicidad debe apasionar cuando la ves y esto solo se consigue apelando a las emociones más esenciales de la naturaleza humana. Pero no se debe contar siempre lo mismo, porque cuando la comunicación no es original no nos hace levantar la ceja, ni el vello, porque esa fibra ya nos la tocaron antes.
Hay quien dice que el anuncio de la Lotería de Navidad no funciona porque “eso ya nos lo contaron el año pasado” y es verdad que, con sus matices, viene a ser la misma historia que, magistralmente interpretada y dirigida, nos contaron ya el año pasado. Pero si ese fuera el motivo, no nos gustarían tampoco las nuevas burbujas, porque un año más nos cuentan lo mismo. Pero no. Porque en su interpretación hay verdad y en su coreografía magia. Es hipnótico, bello, plástico y sugerente. Y esto demuestra que haciendo lo mismo año tras año, puedes seguir apasionando y seguir siendo creativo. Aunque La Lotería no lo haya conseguido.
Anunciantes, publicistas, comunicadores, enamoremos en nuestra comunicación. Y hagámolo con pasión y con talento. Será la única manera de tocar la fibra. Aunque contemos una historia que todo el mundo sepa.