Por Carlos Recio.
Aquel célebre eslogan nos sirve para ilustrar el mensaje que quiero compartir sobre la importancia de una comunicación sencilla o simple. Aunque sencillo y simple no sean lo mismo, para esta acepción podríamos considerarlos sinónimos.
Cuando contamos a nuestros clientes, o a los que queremos que sean, las razones por las que deben comprar nuestro producto, se nos llena la boca de valores, historias, diferencias que a nosotros nos importan mucho y que queremos que ellos valoren. ¿Por qué? Pues porque está claro, eso nos hace valer mucho más y ellos también lo tienen que entender así, somos diferentes y ellos tienen que darse cuenta y valorarlo.
Desde el punto de vista del emisor, esto es razonable. Yo pongo mucho tiempo, esfuerzo, dinero y talento en todas estas cuestiones que he de trasladarlas para que todo el mundo sepa que no es casualidad, que realmente hay detrás mucho…
Pero, la cuestión es: ¿está el receptor atento y concentrado en mí? ¿Si le cuento todo eso se entera? La respuesta ya la saben, así pues nuestra comunicación ha de ser muy simple para que se capte en muy breve espacio de tiempo. No quiero hacer ahora una defensa de la legendaria “proposición única de venta”, pero sí hemos de tener claro que hoy nuestro público recibe miles de impactos publicitarios al día y de algún modo nosotros hemos de destacar y captar su atención.
Le impactamos por creatividad, le impactamos por estar donde sabemos que nos puede recibir, pero si queremos que nos entienda, es muy importante que le traslademos nuestro mensaje de forma sencilla. Hagamos fácil entender nuestra empresa, nuestro producto, nuestra filosofía.
Centremos el mensaje, destaquemos nuestro mayor atractivo en nuestro público objetivo y comuniquemos, insistamos con creatividad en mensajes y canales. Que sí, que funciona.