Por Fernando Caride.
En una sociedad de consumo como la nuestra, la publicidad de bienes y servicios se erige como el faro que nos guía y que permite no perdernos en un sinsentido vital que nos llevaría a un caos emocional. Y lo digo como director Creativo de una agencia de publicidad.
Sin la publicidad creeríamos que salir a correr es solo una manera de mantenernos en forma, sin caer en la cuenta de que, si no corremos, nuestro espíritu de superación se adormecería y caeríamos en una apatía cercana a la depresión post vacacional.
Sin la publicidad, y en meses como febrero, no tendríamos ni idea de cómo responder al regalo de nuestra amada o de nuestro amado para estar a la altura. Creeríamos que un simple fular, una pareja de pendientes cualquiera o el best seller de turno, podría responder a las expectativas levantadas por el día de San Valentín, sin darnos cuenta de que como un décimo de lotería no hay nada. ¡Cuantos años sin darnos cuenta!
Sin la publicidad, nuestras vidas estarían vacías de referentes, sin saber dónde mirar cuando pasamos por un escaparate o hacia dónde encaminar nuestros pasos cuando necesitamos hacer la compra de la semana.
Definitivamente la publicidad es el oráculo que nos enseña a vivir, que nos orienta hacia el consumo y que nos hace más felices si cabe que el día de nuestro 7º cumpleaños. Bendita sea la publicidad. Que nos guarde por mucho tiempo, vaya a ser que tengamos que empezar a pensar, con lo bien que se está solo sintiendo emociones positivas.