Por Carlos Recio.
Sin duda alguna, la época del año donde se concentra mayor consumo es el periodo navideño y prenavideño. Las economías avanzadas lo celebramos y entendemos, como sinónimo de celebración, consumo y gasto. El resultado es que se compra más del triple que la media del año.
Muchos anunciantes, de productos afectados en este periodo, aumentan la publicidad para conquistar mayores ventas resultado de esa expansión temporal del mercado. Unas ventas que son en cierto modo más fáciles por este fuerte incremento de la demanda. La publicidad es más cara pero con sensación de retorno, entre otras cosas porque la venta es a costa del crecimiento del mercado y no de la competencia.
Pero, ¿qué pasa los meses siguientes? ¿Qué pasa cuando se acaba la Navidad y empieza el duro enero? Los presupuestos publicitarios se vuelven a contraer, la demanda no reacciona por sí sola y los anunciantes no la estimulan; el invierno se torna frío.
La Navidad es un momento ideal para llegar con mi comunicación y producto a más clientes, dado que estos están más abiertos al consumo y a probar nuevas cosas, pero de nada sirve quedarme en una venta esporádica. He de provocar que esta compra produzca una fidelización que establezca una relación comercial más estable.
Planifiquemos un año completo de comunicación, no sólo en Navidad, y reforcemos los momentos de bajada de consumo para estimular más la compra, si es posible mediante promociones y publicidad, que será más barata y más visible. Y, en momentos donde la saturación general es mayor, apostemos por otras acciones o formatos para conseguir una comunicación más directa y personalizada con nuestro cliente.