Por Fernando Caride.
La crisis ha revuelto las tripas de los ciudadanos-consumidores. Los bolsillos han vuelto a regir las decisiones de compra de bienes y servicios, de ropa y de comida, de coches y de detergentes.
De un plumazo, la renovación de hábitos de consumo se ha hecho realidad y “la alegría de consumir” se ha transformado en “la incertidumbre de si comprar o no”. Esta nueva sensación como consumidores tiene también su reflejo como ciudadanos.
La renovación de valores sociales, nuestra preocupación por el planeta, nuestro espíritu más solidario, la mentalidad de volver a lo “hecho a mano” y el low cost sin renunciar a la wifi, también son una realidad.
Esta nueva sociedad, unida a la revolución de los medios de comunicación y la era digital, ha servido de tierra fértil para que la publicidad se reinvente. Esa publicidad que ya no nos quiere vender un producto, sino una historia. Esa publicidad que hace que Campofrío, aplicando magistralmente el marketing en tiempo real, rehaga su campaña de Navidad a partir del incendio de su fábrica en Burgos.
http://youtu.be/QUIpiL_CS9I
Las marcas que no apliquen que la publicidad, entendida como la emisión de un mensaje que una empresa emite a un público por el que quiere venderle un producto o servicio, ya no es efectiva, tendrán que cambiar a su director de marketing.
Españoles, la publicidad ha muerto; o como diría el otro, tengo el orgullo y la satisfacción de comunicaros que la publicidad ha muerto. ¡Viva la publicidad…! Aunque ahora la pregunta sería… ¿tienen las marcas autoridad para poder darnos lecciones sobre valores?