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Mar Peté

Desde mis tacones

Con sombrilla y a lo loco

imagespkDecir verano es decir vacaciones, calorcito, chiringuito, sol, saraos, pareo, granizados, buen rollito y… playa. Y ahí es donde tanta felicidad junta se complica. Vale, lo reconozco, yo soy muy de playa salvaje, muy de con sombrilla y a lo loco, muy de isla desierta, pero claro, paraísos de esos ya quedan pocos y los que hay están muy pillados o son muy caros. Así que, como no me resigno cojo feliz el kit-playero y me lanzo a mi propio Caribe, aunque sea un poco de mentirijillas.

¡Sorpresa…! Llego temprano a la playa para coger primera línea y resulta que hay un buen puñado de listillos que se me han adelantado, pero miro al mar y no hay nadie bañándose, miro al chiringuito y tan solo hay dos resacosos intentando restar los cubatas de anoche a base de cafés dobles. El horizonte está sembrado de sombrillas y silletas, no queda ni un palmo para mí. Como si lo viera, la parienta quitando enredos en la casa manda al pinchasombrillas profesional bien temprano, y ahora la family está en su casa fresquita y con el overbooking de sombrilla pillado hasta que los chiquillos den tanto el follón que haya que ponerlos a remojo.

Allá a lo lejos se ve un pequeño rodal sin ocupar, comienza mi travesía por el arenal… tres saltos, cinco ¡ay!, un tropezón con una tumbona atravesada, dos corre-corre y, por fin, piso suelo duro y mojado. Mis pies han dejado de achicharrarse sobre la dichosa arena abrasadora atravesándome las chanclas. Vamos, que mi llegada a la playa es lo mismito de glamurosa que un desfile por la pasarela Cibeles. Y ando y ando, y por más que intento otear el horizonte, el bosque de sombrillas sigue ocupando mi vista. ¡Conseguido! Llego a mi territorio y, curiosamente, veo que en un radio de diez metros no hay ninguna huella de habitantes, qué raro. Planto mi sombrilla, bueno, más bien, clavo como puedo mi sombrilla, pues me rodean pedruscos, chinorros y lascas de todos los colores y tamaños. Arraso con una montonera de algas apestosas que rodean mi tumbona, ¡con razón aquí no hay nadie….! Dejo caer mi pareo en plan estrella de cine por si se diera el caso de que algún pretendiente merodeador estuviera por la zona, que yo no soy de las de dejar pasar la ocasión.

Pasito a pasito pongo un pie en el agua, sujeto la pose como puedo, disimulo el helor que me da, meto el otro y antes de mojarme el ombligo, mi culo de un chapuzón se refresca con resbalón incluido, mi flequillo chorreando, un pie mira para Albacete y el otro apunta a Gibraltar. Miro en el fondo y una larga roca llena de musgo es la responsable de mi amerizaje forzoso. Aprovecho que no hay moros en la costa y a gatas y, como puedo, me atrinchero en la sombrilla y me planto mi sombrero de paja para disimular el estropicio de peinado que se me ha quedado. Y así doy por comenzada mi etapa de veraneante… ¡No pienso darle la oportunidad de aguarme la fiesta a este chapuzón inesperado! ¡Que yo he venido a disfrutar!

Al menos, mi ecosistema playero sigue libre de invasores, o eso creía yo. De pronto, noto una especie de interferencias en forma de ondas gritonas, chillidos, risas y bolas de arena. Horror, me rodea un ejército de locos bajitos cuyas madres han mandado con la firme promesa de no bañarse hasta que ellas no lleguen y yo me digo: Señoras, ¿lo que a ustedes no les apeteces aguantar en sus casas tenemos nosotros que soportarlo en medio de este fuego cruzado de piedras, pelotazos y pistolas de agua? Intento que no me afecte, me pongo en posición zen, pero cuando mejor estoy, de pronto, a mi lado oigo unas risitas sarcásticas y percibo un profundo y nauseabundo olor a aceite de coco. Abro un ojo intentando localizar el foco de este nuevo ataque enemigo y veo un hermoso, brillante y chorreoso culo en pompa coronado por un tanga fhasion gay al son de reggaetón y… ¡cremita por aquí, cremita por allí, yo te lo toco a ti, tú me la restriegas a mí! Ni la mejor esquina de Chueca… En ese momento se abre la veda de miles pala-playas con su cloc-cloc constante. ¡Todos entregados a la invasión de mi ecosistema! Decidido, me han echado, mi lado zen se rinde. Yo he venido a disfrutar y no a luchar contra los elementos.

Ya está, le he hecho caso a aquella balada de Mecano: ¡Hawaii… Bombay es un paraíso! Me he montado un pedazo piso caribeño con zona chill out, libre de fuego enemigo, de pala-playas y de pretendientes de mi bando en lugar de gays. Así que lo dicho, queda abierto mi chiringuito particular, con la música que a mí me va, con sombrilla incluida y con barra libre al buen rollito.

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Sobre el autor

Contar historias, soñar ilusiones, sentir la vida, compartir sensaciones, descubrir secretos, atravesar lo prohibido... Porque vivir es reír y disfrutar, es contagiarse de la alegría. Porque detrás de cada experiencia siempre hay miles de caminos esperándonos y yo me niego a quedarme quieta. Y como no hay nada como ser el protagonista de nuestros errores y aciertos, de nuestras dudas y de nuestras decisiones, aquí estoy, dispuesta a pasar contigo estos relatos llenos de magia. Un día descubrí que escribir desde lo alto de mis tacones era mucho más divertido y entonces me di cuenta que desde aquí arriba la vida se veía tan bonita que decidí compartirlo. Quizá al leer mi blog te digas: "esto me pasó a mí", "anda, esto me suena", "qué bueno, nunca se me habría ocurrido", "¿será posible que estas cosas ocurran?". Con el deseo de que lo disfrutes cada semana con una sonrisa, de que te haga revivir sensaciones y, sobre todo, para que entre risa y risa, también te ayude a darle vueltas a la cabecita y después salgas a comerte el mundo, antes de que el mundo te coma a ti. ¡Bienvenido al blog "Desde mis tacones"!


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