Se pueden tener tres, cuatro y hasta diez novios en esta vida y no por eso ser más feliz que la que solo ha tenido uno. Quizá me deje llevar a veces por la suerte a ojos cerrados por si esta tiene más puntería que yo para acertar el número del cupón. Es cierto que estar en números rojos tiene poco morbo, por no decir que no tiene ninguno. Pero, ¿quién se puede escapar del poder de los números? A ver quién es la guapa que se atreve a llevarle la contraria a la numerología, vamos, ni los egipcios en la Antigüedad osaron hacerle frente.
Lo queramos o no, los números saben de nosotros más que nosotros mismos. Y yo me pregunto:
-A ver, ¿qué fue primero, el Kama-sutra o el 69? Ahí lo dejo…
Yo siempre he sido una chica muy 100 por 100. Es decir, si me pongo, me pongo. Que toca enamorarme, pues hasta las trancas. Que lo que ahora manda es que me pongan los cuernos, ¡pues ole, a llevar con orgullo dos buenas cornamentas! Pero eso sí, sin rencor, ¿eh?
-El número que más temo es al 3, el de la maldición- me confiesa lleno de razones mi compañero de mesa del trabajo.
¡Qué cosas! Es que hay gente para todo, mira que tenerle fobia a un número tan simpático como ese… Ya se sabe, no hay dos sin tres, donde caben dos caben tres o a la tercera la vencida…
-Por eso mismo precisamente, como llegues a 3 ya no te escapas ni pegando saltos- insiste.
Y yo me voy dándole vueltas a esa extraña confesión sobre el 3. ¡A la de una, a la de dos y la de tres! Y después de eso siempre venía algo bueno en mi infancia. Y qué decir de los 3 Reyes Magos, vamos que vaya una pedazo de fantasía inimaginable, porque a mí eso de que fueran reyes ni fu ni fa, pero si son magos… ¿será porque echan polvos mágicos antes subirse a los camellos?
Pero como yo no puedo soportar tanta incertidumbre, voy y me planto en su cara y le pido explicaciones, a ver a qué viene tanto mal fario contra el número 3. Y él que me mira, y yo que me pongo en jarras. Él que se repanchinga en su silla y me dedica una sonrisa como nunca me había sonreído antes. A mí que me da el tic nervioso, pero también se me empieza a poner cuerpo de jota. Se me acerca al oído y me hace una proposición indecente, tan irrenunciable como atractiva. Y yo que me vengo arriba, y le contesto arrebatada que sí.
-¿Ves? El 1 no tiene peligro. Tú quieres, yo quiero, y ya está. Y después, qué. Pues tú por allí y yo por allá, y los dos tan contentos.
Y otra vez el puñetero runrún del 3, y otra vez me lanzo a la carga. Y de pronto me suelta a la cara:
-¿Tú repetirías conmigo? ¿Lo harías 2 veces?
Me quedo parada, y me digo: ¿Y por qué no? ¡Igual hasta mejoramos el anterior!
-¿Ves? El número 2 tiene también su morbillo.
Ahora ya sí que me temo lo peor, porque claro la siguiente propuesta me la imagino, ya sé por dónde van los tiros… Y de pronto, me doy cuenta que empiezo a visualizarlo… cómo quedaría desayunando en mi cocina un domingo por la mañana o cómo será compartir la toalla de la ducha con él. Una cosa es un flas loco de una noche y si me apuras de dos, pero está claro que a la de tres va la vencida, ¡y tanto! Lo cierto es que solo de pensarlo me mola la idea. Oye, compartiendo despacho cientos de años y nunca me lo había ni planteado. Pero es que claro, así ya no es lo mismo, que una tiene también sus principios, repetir tres veces con el mismo es señal inequívoca de que me estoy pillando hasta decir basta o es que estoy desesperada, y lo siento, pero esto último no es mi caso. Y me da la risita floja solo de imaginármelo en mi sofá con el mando de la tele en su mano…
De pronto, siento su aliento en mi nuca. De repente, toda mi piel se eriza. Y como el que no quiere la cosa, va y me susurra al oído:
-¿Ves como a ti también el número 3 te ha puesto en el abismo?
Decidido, la próxima vez me voy a saltar el 1 y el 2. Porque el que de verdad ilusiona es el 3, el 4 y todos los puntos suspensivos que le siguen. ¿Para qué quiero yo los dos primeros si vamos a terminar tú en tu cama y yo en la mía? Decidido, derechita a por el tercero, que para algo yo soy una chica 100.