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Mar Peté

Desde mis tacones

¡Ni un paso atrás!

tacones-gettyPor fin el jueves pasado se hizo realidad uno de mis sueños, por fin pude gritar a los cuatro vientos que no contaran conmigo para nada, que me declaraba en huelga por todo el día y que no pensaba desdecirme ni por un momento. Y sí, es cierto, lo conseguí y dejé de ser la heroína de mi propia historia y hasta me negué a ser la salvadora de los que se cuelgan de mí. Fíjate si la cosa llegó a mayores que hasta apagué el móvil para así demostrarle al mundo que no estaba para nada y mucho menos para whatsApps tontos o llamaditas inoportunas, insulsas o de los que se creen que he fundado una ONG cada vez que a ellos se les ocurre.

Y el día pasó y yo me sentí liberada por dentro y por fuera, pero he de confesar que también me aburrí soberanamente. Es verdad que a veces reniego de los madrugones que me doy cada mañana, que me pongo de los nervios cuando investigo y descubro que aún no se ha inventado la lavadora-secadora-planchadora, que la nevera no se llena sola y me arrebato con el capullo de mi compañero de trabajo cada vez que piensa que va a heredar la empresa y me mira con condescendencia creyéndose que está ahí por méritos propios y no por lo que todos sabemos. Lo cierto es que este tontainas no tiene ni idea de que el día que a mí, y a unas cuantas más, se nos inflen las narices, no vamos a necesitar que se convoque ninguna huelga mundial de mujeres, porque yo misma le voy a hacer un tres cuarenta y le van a faltar pies por inútil, por inepto, por pelota tocahuevos y, sobre todo, por  impotente mental y tontigracia verborreica precoz. Aunque pensándolo bien… ¿de quién nos vamos a reír en el ratito del café si él no está?

Vale, lo reconozco, darse el madrugón cada mañana, echar más horas que un reloj y volver a hacerlo al día siguiente es duro; pero mucho más duro es vivir una historia con quien no quiero y no poder irme porque mi existencia depende de él. Así que, cada mañana, cuando me suena el despertador y me salen sapos y culebras por la boca, entonces me acuerdo de que es mejor sacar mi trasero de la cama, calzarme los tacones y pelear por todo lo que tengo porque, por muy duro que sea, mucho más es no tener nada por lo que luchar y escribir la vida que otra persona haya decidido para mí.

Así que el 8 de marzo paralicé mis sentidos y mis pordentros y aún me estoy recuperando. Cuando se me ocurrió encender el móvil el viernes tenía infinitos mensajes y llamadas, claro, que los había para todos los gustos. Pero a cambio me di cuenta de que formo parte de la vida de tantísimas personas que yo misma me asombré. No tenía ni idea de que una amiga, a la que hace meses no veo, me echaba de menos porque quería darme las gracias por la de veces que siempre he estado ahí para escucharla. De pronto, a toda la familia les dio por convocarme a infinitos eventos en los que, por lo visto, soy imprescindible por la vidilla que les doy. Mi jefe me dice que dónde estoy que está deseando reunirse conmigo porque hay un asunto en el que confía plenamente en mí y, de paso, que me deje de tonterías de huelgas, que él ya sabe, de buena tinta, que soy de lo mejorcito de su equipo. Hasta tengo un mensaje de un ex que, cuando vio en la tele lo de la huelga de las mujeres, irremisiblemente se acordó de mí: “Para esa mujer tan mujer, que como se te ocurra ponerte de huelga, a ver qué vamos a hacer el resto de los hombres sin que nos des caña y nos pongas las pilas cada vez que plantas tus dos tacones en cada palabra que pronuncias”.

Pues está claro que el día huelgui-aburrido que pasé el jueves ha tenido su recompensa. Me encanta saber que merece la pena cada vez que me arrebato con algún gilivisionario de esos que se creen que las mujeres tenemos superpoderes o con esos otros que aún piensan lo santa que era su madre y lo chaladas que se han vuelto ahora las mujeres con tanta reivindicación, no saben que lo que hacen es reafirmarme más en que su madre sería una bendita pero hay que ver qué perfecto gilipollas criaron sobre sus faldas. Pero eso sí, lo que no puedo ni pienso aceptar es un paso atrás entre nosotras. Con tacones o sin ellos, siempre hacia delante. Sin pisar, sin hacer daño, con inteligencia y corazón, porque creyendo en nosotras y amando lo que hacemos se rompen los techos de cristal y se agrandan los cerebros pequeños.

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Sobre el autor

Contar historias, soñar ilusiones, sentir la vida, compartir sensaciones, descubrir secretos, atravesar lo prohibido... Porque vivir es reír y disfrutar, es contagiarse de la alegría. Porque detrás de cada experiencia siempre hay miles de caminos esperándonos y yo me niego a quedarme quieta. Y como no hay nada como ser el protagonista de nuestros errores y aciertos, de nuestras dudas y de nuestras decisiones, aquí estoy, dispuesta a pasar contigo estos relatos llenos de magia. Un día descubrí que escribir desde lo alto de mis tacones era mucho más divertido y entonces me di cuenta que desde aquí arriba la vida se veía tan bonita que decidí compartirlo. Quizá al leer mi blog te digas: "esto me pasó a mí", "anda, esto me suena", "qué bueno, nunca se me habría ocurrido", "¿será posible que estas cosas ocurran?". Con el deseo de que lo disfrutes cada semana con una sonrisa, de que te haga revivir sensaciones y, sobre todo, para que entre risa y risa, también te ayude a darle vueltas a la cabecita y después salgas a comerte el mundo, antes de que el mundo te coma a ti. ¡Bienvenido al blog "Desde mis tacones"!


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