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Mar Peté

Desde mis tacones

Si aprieta el calor, haz las paces

verano-en-parejaYo cuando me enfurruño soy de armas tomar. Tardo en enfadarme, pero como me toquen las palmas más de lo conveniente, entonces ya está todo perdido y este runrún retenido desde hace tiempo lo saco todo de una y no hay antidisturbios que me frenen. Un consejo, lo mejor es que no me lleves al límite. Un aviso, si no has seguido mi consejo, entonces apártate porque del tsunami no te libra nadie. Soy de naturaleza conciliadora, de talante tranquilo, amante de la quietud y defensora del diálogo. Pero como me arrebate, entonces me transformo en Capitán América y, si me lío, tengo para todos.

Con estos calores yo me vengo abajo y ya puedes decirme todos los disparates que te vengan en gana que a mí, plin. Bastante encendida me tiene ya el dichoso mes de julio como para que quieras hacerme hervir por dentro. Visto que la ola de calor ha venido tarde pero dispuesta a quedarse y después de sopesar lo uno y lo otro, he decidido que todos los asuntos pendientes que pudieran alterar mi paz interior quedan en suspenso hasta nueva orden. Y si aun así alguien todavía busca guerra, pues lo lleva claro. Como mínimo que lo deje en modo pause hasta septiembre o un poco más, por eso del veranillo del membrillo.

Lo cierto es que no sé a quién le puede interesar tener una trifulca en pleno estío. Si es que todo son pegas. Que nos da por tirarnos los trastos, pues nos toca trincar las ventanas porque no es plan de que los vecinos tomen partido y acaben opinando a través del defensor de la audiencia del telefonillo del portal. Y claro, a mí cuando me dan los sudores, pierdo mucho porque mí la agilidad mental y los sofocos son incompatibles, así que lo de pelearme en la casa lo dejaremos para el tiempo de la chimenea romántica que, a las malas malas, siempre me queda la posibilidad de amenazarte con lanzarte a la hoguera.

Lo mejor del verano es irme a la playa, tomo posesión del reino de mi sombrilla y de todas las tierras que le rodean. Sentada desde lo alto de mi hamaca-trono dejo mis sentidos correr hasta contagiarme del remanso de paz que me envuelve. Y en esas estoy cuando de pronto decides envolverte en la toalla y ale, toda la arena revolotea por mi reino y termina aterrizando sobre mi persona haciendo una bechamel empanada con toda la crema solar que me acabo de embadurnar. Ante tal desatino, nervioso, intentas arreglar el estropicio y me echas un cubo de agua que contrarrestar la arena. ¡Y zas, mis mechas chorreando, el flequillo espelufao y las piernas a punto de un peeling como si tuviera en mi piel una plaga de rodales de barro! Te miro, me sulfuro, me agarro con todas mis fuerzas al apoyabrazos de la tumbona y clavo mis ojos fijamente en el palo pincho de mi sombrilla… Intento aplicar una dosis de zen instantáneo que evite lo inevitable, pero me lees el pensamiento, vas y mides con sabiduría infinita el poder de los rayos laser que salen por mis ojos y sin decir ni mu, te giras, das un paso y después otro alejándote lentamente aunque te abrases los pies. Al poco, aceleras las zancadas hasta que, de pronto, te veo adentrarte en las aguas como un sireno que huye de Neptuno y su tridentre. De este episodio ya han pasado tres días y sigo sin noticias tuyas, no me extraña. Te aviso, el cabreo aún no se me ha pasado aunque igual se te ocurre hacer el viaje de vuelta en patera a ver si así, por razones humanitarias, te acojo.

Pero lo más fuerte que he visto en estas noches tropicales que tientan a todo menos a vivir una velada de Hawai Bombay ha sido un face to face dentro de un coche. Aparcado y sin el aire acondicionado conectado, ella se explica con las manos, la voz y los sentidos encendidos y él hace como que se entera. Cariño, espabila que esto no funciona así… A ver, si le das la razón a la primera, ¿qué hace ahora ella con toda esa adrenalina almacenada a 40º desde hace una semana? Y al rato, los de la terracita de al lado tenemos muy claro cada uno de qué lado estamos, nos venimos arriba y hacemos un grupo de WhatsApp y oye, que ahí seguimos y de esto hace ya una docena de cervecitas.

Lo tengo comprobado, a más calor, más encontronazos antiamorosos. Por tu bien, si aprieta el calor, haz las paces. Yo este verano, para evitar arrebatos, pienso pasármelo en un yate, desmelenarme en un descapotable y si me aprieta algún calor, mejor que sea el de la pasión  y no el de un puntapié en tu trasero.

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Sobre el autor

Contar historias, soñar ilusiones, sentir la vida, compartir sensaciones, descubrir secretos, atravesar lo prohibido... Porque vivir es reír y disfrutar, es contagiarse de la alegría. Porque detrás de cada experiencia siempre hay miles de caminos esperándonos y yo me niego a quedarme quieta. Y como no hay nada como ser el protagonista de nuestros errores y aciertos, de nuestras dudas y de nuestras decisiones, aquí estoy, dispuesta a pasar contigo estos relatos llenos de magia. Un día descubrí que escribir desde lo alto de mis tacones era mucho más divertido y entonces me di cuenta que desde aquí arriba la vida se veía tan bonita que decidí compartirlo. Quizá al leer mi blog te digas: "esto me pasó a mí", "anda, esto me suena", "qué bueno, nunca se me habría ocurrido", "¿será posible que estas cosas ocurran?". Con el deseo de que lo disfrutes cada semana con una sonrisa, de que te haga revivir sensaciones y, sobre todo, para que entre risa y risa, también te ayude a darle vueltas a la cabecita y después salgas a comerte el mundo, antes de que el mundo te coma a ti. ¡Bienvenido al blog "Desde mis tacones"!


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