Qué manía tiene la vida de querer llevarme la contraria, y yo, que soy muy de no hacer caso a nadie y de querer salirme con la mía, reconozco que hay días que no sé contra quién tomarla para desahogarme. Y cuando para menos tonterías aguanto, ¿por qué todo lo que me pasa es justo lo que no quiero que me pase?
Por fuera ya estoy en plena operación biquini, pero por dentro me toca operación zen. Me niego a caer en la tentación de darle un bocado al chocolate. Lo mejor para estas cosas es tener la nevera y la despensa libre de golosinas seductoras, que una no es de piedra, que ya me gustaría saber a ver quién es la guapa capaz de comerse solo una galleta y dejar ahí el paquete abierto diciéndome a gritos: “Cómeme, cómeme…”. Pero qué hago con lo otro, con lo de la autoayuda, no pienso dejarme arrastrar por algún espejismo de esos que no me llevan a ningún lado bueno, pero cómo evito las tentaciones que intentan sacarme de este nirvana en el que he decidido alojar mi voluntad, mi pensamiento y, sobre todo, mi corazón. ¿Me encierro en un convento? Uf, solo de pensarlo, me da bajón. ¿Desconecto el móvil? El mono multiconexión no me dejaría vivir, fijo. ¿Y si me fuera al desierto lejos de todo…? Me parece que este asunto se me está yendo de las manos, lo presiento.
-No apagues nunca tu corazón, solo prueba a ponerlo en modo avión.
Y desde ese día he hecho caso a mi friki-amigo. Lo cierto es que al principio me sentía rara, pero la cosa es que tiene hasta su gracia, porque yo hago como si el asunto no fuera conmigo y entonces, el interesado se encela y pone mucho más empeño en querer que se me reactive la atención que no le estoy prestando y oye, que esto de ser la espectadora de mi propia vida tiene hasta su gracia. ¡Madre mía, qué ridículas son algunas situaciones que se ven desde lo alto de mi modo avión…!
Pues anda, que con esto de la era digital, a veces los corazones se vuelven analógicos, porque así, sin previo aviso y sin darle a aceptar, de pronto se me ha puesto el corazón en vibración. Y es que le ha dado por latir a base de zumbidos cuando menos lo espero, aunque lo curioso es que suele coincidir con un subidón que me corre por las venas y entonces, me sale el buen rollito ese que noto cuando, sin mirar hacia atrás, sé a ciencia cierta que el que está en esa terraza sentado me está dando un buen repaso. Y de pronto, oye, que se me acelera el pulso, me da un cosquilleo por la espalda y se me coloca una sonrisa picarona que me hace mover las caderas en plan sexy. Y nada, que por mucho que intento volver a mi modo avión, la cabeza se gira y nos hacemos ojitos, hasta que yo acabo por seguir andando porque esto de que a mi corazón le dé por vibrar en cualquier esquina me lleva loquita. Sé que podría ponerle remedio, pero ni me lo planteo, porque este gustirrinín es de los que ni engorda ni perjudica seriamente a mi salud primaveral.
Tengo una amiga que, desde que la conozco, su corazón está siempre desconectado o fuera de cobertura, y la verdad, entre tú y yo, eso no es vida. Y así está ella, más pa’llá que pa’cá, que lo de dejarse querer también tiene su aquel, que no todo va a ser amor propio y autoestima, si es que con tanta tontería transcendental nos vamos a volver majaretas. Esto de que hay que quererse me parece estupendo, pero entre quererme y quererme, a mí me da mucho gusto que me quieran, que me mimen, que me busquen, que me digan ven pa’cá y yo hacerme como la que no, para que en el fondo sea como la que sí. Así que mira lo que te digo querida amiga desconectada, anda y pon a cargar la batería de tu corazón que de tanto dejarlo en off, se te va a olvidar el número pin, el puk y hasta la contraseña de reinicio y, al final, va a estar tu corazón más para revenderlo en el wallapop, que para ponerlo en on y salir dispuesto a latir y hacer latir.
Yo, por si acaso, lo tengo claro, este año nada de elegir una de esas sintonías preestablecidas, por feas y amuermadas, yo voy a ponerle el politono más loco que pille, que en esto de la multiconexión lo que más se lleva es un corazón vivito y coleando, capaz de despegarme de mi modo avión y me haga latir con cada segundo que disfruto de la vida.