Perder en el Bernabéu era de esperar. Hacerlo de la forma en que se hizo, no. El Real Murcia no volverá jamás a tener una oportunidad tan cómoda y fácil de ganarle al Real Madrid en su propia cancha como la del domingo.
Ante los granas, un líder inofensivo y manso. Los de Javier Clemente jugaron como vienen haciéndolo durante toda la temporada fuera de casa: sin peligro. Dando entender, con su juego, que no se cree que pueda sacar algo positivo a domicilio. A excepción de un extraordinario Dani Aquino, y un colosal Iván Cuadrado, los demás jugadores granas no estuvieron en el partido. Pero la culpa de la derrota no la tienen ellos. El Real Madrid es muy superior al Real Murcia. Incluso con uno menos.
Los blancos son mejores y juegan siempre con un jugador más: el árbitro. El domingo, le tocó a Iturralde González, acompañado de Rafa no me jodas -dos reconocidos madridistas-; más preocupados en pedirle los guantes y la camiseta a Casillas que del propio partido. Para qué hablar de los tres penaltis que se come Iturralde en el área del Madrid. Paso. Me indigno. Como decía Javier Clemente la semana pasada: «Qué fácil es entrenar a un grande». Y no le faltaba razón al de Baracaldo. En un equipo grande, tienes a los mejores jugadores y, encima, a todos los árbitros a favor. No vamos a quejarnos ahora por lo del domingo, cuando nos han estado robando toda la temporada. Al final, pasó lo que tenía que pasar. 1-0. El líder más líder y el Real Murcia más lejos de la salvación.
Pero yo soy optimista. Algo ha cambiado. Y no la actitud de los jugadores en el campo precisamente. Ni tampoco el sistema táctico del equipo, que es más defensivo incluso que el que veíamos con Lucas Alcaraz. Lo que hemos ganado es el cambio de actitud de quienes siguen al Real Murcia: el entorno.
Un entorno que ya no grita, ya no hace ruido, ya no critica. No sé si es porque piensan que está todo acabado, y no tienen fuerzas para quejarse, o porque nadie se atreve a toser a Clemente. Cuando razones hay suficientes: un Real Murcia con seis defensas, jugando con uno más, renunciando al ataque, Y nadie ha dicho nada, nadie ha levantado la voz. Y ojo. No digo que haya que hacerlo. Todo lo contrario. Soy de los que piensan que siempre hay que respetar el trabajo del entrenador del Real Murcia y no hay que atacarle sea quién sea. Lo que me toca las narices es que a Lucas Alcaraz le hayan silbado, le hayan abucheado, le hayan llovido mares de críticas por mucho menos; y a Clemente, no se le haya dado ni siquiera un toque de atención sobre su forma de jugar al fútbol -aún sabiendo que llega tarde y que poco podía hacer para resolver este entuerto-. Aunque bueno, eso es buena señal. Si remamos todos en la misma dirección, nos irá todo mejor. Algo que no existía hace unos meses y muchos pedíamos a gritos como requisito indispensable para lograr el objetivo: la permanencia.
Por lo menos, algo hemos ganado.