Tres derrotas y un empate en cuatro partidos. Balance desastroso. Con la liga de dos puntos, el Real Murcia tendría en su casillero un punto y tres negativos. El equipo ha encajado cinco goles y sólo ha podido meter un gol.

A mí, el mal juego no me preocupa. Ni se lo exigí en su momento a Lucas Alcaraz, ni lo voy a hacer ahora con Javier Clemente. Mi primera columna en este periódico la titulé Pidan números, no buen juego. Eran tiempos difíciles. Primeras jornadas en Primera División. El equipo se encontraba cómodo en la clasificación. Tenía puntos, pero no jugaba como muchos esperaban. A Lucas Alcaraz le llovían críticas por todos los lados, de todos los sitios. Pero entonces, los números ahí estaban, respaldando al entrenador.

Ahora no están. No hay: un punto de doce posibles. Con esa renta, no hay respaldo posible. No puedo agarrarme a nada. Quiero creer, pero no puedo. Yo soy resultadista. Prefiero ganar jugando mal a perder jugando bien. Que además de ganar se juega bien, pues mucho mejor. Pero me desespera cuando se pierde y encima se juega mal.

Lo peor de todo no es eso. Ni hay números, ni hay buen juego, ni hay intención de cambiar. Me da la impresión que el equipo se siente perdedor, la plantilla parece que ha bajado los brazos, como si no creyeran en este proyecto. Eso se nota en el campo. Y ya vamos por la cuarta jornada de liga. Por si fuera poco, dejando a un lado la falta de motivación, muchos de los jugadores están muy verdes. ¿Falta de experiencia en Segunda? Quién sabe. Otros, los ya consolidados, no están respondiendo a las expectativas. ¿Y los fichajes? Nada de nada. Aportación cero.

Quien está también muy verde es Clemente. Tendrá un gran curriculum como entrenador pero grande también le está quedando la Segunda División. Aún, no ha encontrado un sistema de juego con el cual se consigan resultados positivos. Cada jornada, Clemente cambia el planteamiento táctico. Vuelve loco a los jugadores. El sábado pasado, jugando en casa con cinco defensas. ¿Sirvió de algo? Si Las Palmas hizo y deshizo a su antojo. Un equipo que tiene -¿aún?- como objetivo el ascenso debe dar buena imagen. Y este Real Murcia se muestra flojo en defensa, nulo en en el medio del campo e inoperante arriba.

Una victoria lo cambiaría todo. Serviría de revulsivo, de punto de inflexión. La afición, con resultados, está contenta. Como ahora no los tiene, está de uñas. Se siente engañada. Se siente defraudada. Se siente sin fuerzas por creer en este proyecto.

Sin números, no hay recompensa. Con números, no hay pitos. Necesitamos un triunfo.