Provocador. Así es como definían al alcalde de Cartagena decenas de aficionados murcianistas el domingo pasado. Y así es como defino yo la conducta de José López tras ver con mis propios ojos todo lo acontecido en los aledaños de Nueva Condomina en los momentos previos al encuentro.
Suscribo todas y cada una de las palabras de mi compañero Raúl Hernández en su relato de lo sucedido acerca del regidor cartagenero.
Dejando a un lado el motivo real de por qué dio la vuelta al estadio Nueva Condomina, es inadmisible su conducta. Hay formas y formas.
Para empezar, un alcalde debe ser consciente que representa a una ciudad y debe ser consecuente con sus actos. Lo que hizo el domingo denota de todo menos responsabilidad.
Después, una persona cabal evita pasar (en un partido declarado de máximo riesgo) por la zona de animación de la afición visitante si no es con el objetivo de provocar al respetable. Y aún más si cabe, cuando aparece escoltado por una docena de agentes, llamando poderosamente la atención e la parroquia murcianista. Perfectamente, el edil cartagenero podría haber bordeado el estadio por la parte de abajo y no tener que cruzar la marea grana a falta de unos minutos que comenzara el partido.
Y por último, un alcalde no puede pasearse en tierra hóstil respondiendo a los seguidores pimentoneros que le increpaban su chulería con risas burlescas y saludos por doquier con toda la ironía del mundo. Eso en tierra tiene una palabra: provocación.
Pero qué puede esperarse de un alcalde de una ciudad que afirma a un periodista que quiere que gane el Cartagena en el último minuto, de penalti injusto.
Por suerte, la afición murcianista no cayó en la provocación del cartagenero y no hubo que lamentar ningún incidente grave. Quizás, José López no se salió con la suya. ¿Afán de protagonismo?