El 4-0 ante el Espanyol, ¿fue un espejismo? Y tanto. Javier Clemente acumula tres derrotas en los cuatro partidos que lleva dirigiendo el Real Murcia. Sus números son peores que los de Lucas Alcaraz, aunque todos sabemos que el de Barakaldo llega tarde y poco ha podido hacer en este desaguisado.
A todo esto, la plantilla parece haber arrojado la toalla. En Riazor, sólo el joven Dani Aquino puso la garra y el peligro, pero estaba solo. Carini cantó. ¿Abel jugó? El malagueño sólo aparece cuando las cosas van bien. Lo de Pablo García es de juzgado de guardia. El técnico vasco le tendría que dar el mismo castigo que a Regueiro: la grada. Kabous mal. Desaparece cuando tiene el uruguayo a su lado. Y para qué hablar de la defensa… Un desastre.
El Real Murcia rompió con la historia, pero sólo un minuto: el primero. Sobró la segunda mitad, que sirvió únicamente para privar a los aficionados granas de los pocos motivos que tenían para seguir creyendo. El equipo está hundido. La afición destrozada. El Real Murcia huele a Segunda. Aún es posible pero, a medida que pasan las jornadas, cuesta más creer. El partido del domingo era vital para ponerse a cuatro puntos de la salvación. Una vez más, la plantilla no supo estar a la altura de un equipo de Primera.
Clemente de revulsivo ha tenido poco. Él no tiene la culpa. Su llegada a Murcia ha sido más mediática que práctica. Decisiones como dar a los jugadores dos días de descanso, entrenar poco más que una hora diaria, algunas ruedas de prensa… apenas han ayudado a levantar a un equipo manso y desmoralizado tras la era Alcaraz. Y es que una vez más, y como he venido diciendo antes de que Jesús Samper echara a Lucas Alcaraz, se demuestra que cambiar de entrenador ni es el remedio ni es la solución: no sirve para nada. A los hechos me remito. En las últimas cinco temporadas todos los equipos de Primera situados en puestos de descenso, que han echado a sus entrenadores en la segunda vuelta, han acabado bajadando a Segunda División. O lo que es lo mismo, el cambio en el banquillo ha sido inútil. Son números. Son hechos. Sólo en una ocasión, en la temporada 2005/06, Gregorio Manzano hizo el milagro en Mallorca. La excepción que confirma la regla.
Mientras tanto, Javier Clemente hace lo que puede esperando que llegue el descenso automático de categoría. ¿Aguantará? Dijo que no se le caerían los anillos por entrenar en Segunda, pero todos sabemos que no lo hará. Si se consuma el descenso antes de tiempo, ¿se irá? No lo entiendo. Si la plantilla demuestra con su juego, domingo a domingo, que no cree en la salvación, ¿por qué no la secretaría técnica grana planifica ya la próxima temporada?
Clemente, ¿hasta cuándo?