Me aburre hablar de Clemente. Él quiere protagonismo y yo no se lo pienso dar. En anteriores columnas, creo haber dejado clara mi postura hacia él: no me gusta nada. Lo mejor para el Real Murcia es tenerlo lo más lejos posible. Fuera de Murcia. Es la solución. Es el remedio. Es el milagro. Sin Clemente, aún hay esperanza. Sólo así, soy optimista.
Ayer, un viejo amigo me dio ánimos, me dio fuerzas, me subió la moral, me inyectó murcianismo. Lo necesitaba: se me había agotado. Vaya un Centenario. Un año lleno de desengaños. Desde el 1 de enero, el Real Murcia ha caído en picado tanto en lo deportivo como en lo social. Que llegue el 2009, quedaran aún 23 jornadas. Y habrá tiempo para la recuperación, para lograr la permanencia o incluso el ascenso. El equipo aprenderá de sus errores. Los jugadores jóvenes, madurarán. Los fichajes demostrarán lo que valen. Los porteros, seguros bajo palos. Lo pararán todo, no cantarán. La defensa no hará aguas, no fallará. Existirá, por fin, medio del campo. Se moverá el balón de un lado a otro. Habrá cambios de juego. El Real Murcia tendrá la posesión del balón. Jugará por las bandas. Los interiores llegarán a línea de fondo y los delanteros rematarán, no sin antes presionar a la zaga rival. Todo el equipo presionará. Todos tendrán una misión: robar la pelota, ser agresivos.
También al conjunto grana le sonreirá la suerte. Entrarán aquellos balones que ahora no entran. Los árbitros le devolverán todo lo que le están quitando ahora. Ya no irán a por el Real Murcia. Ganará partidos. Será respetado. Será envidiado. El Real Murcia estará arriba: con ilusión, con ganas y con opciones. La afición se enamorará de nuevo con el equipo. No defraudará: animará y apoyará fielmente a unos jugadores que se dejarán, domingo sí domingo también, todo en el terreno de juego, todo por el Real Murcia.
Hay esperanza. Es posible, claro que sí. Cuando pasen unos años, recordaremos esta temporada gratamente como aquel año en que el Real Murcia logró un ascenso a Primera cuando nadie daba un duro por él. Pero nunca olvidaremos lo mal que lo pasamos. El año del Centenario. Un Centenario sin actos, sin vida, sin ilusión. Una masa social olvidaba. Un desastre deportivo. Un equipo perdedor. Una directiva despreocupada. Y un entrenador que pudo hacer mucho daño al Real Murcia pero que gracias a Dios se fue de Murcia a tiempo.