No tenía muchas ganas de ir a ver el partido de Copa, la verdad. Miércoles 29 de octubre. Ocho de la tarde. Terminaba una larga y cansada jornada laboral. Y en la calle, mucho frío. Por si fuera poco, atasco de Juan XXIII. Me acordé entonces que había que pagar. Otro detalle de Jesús Samper en el año del Centenario. Muy apretadas tienen que ir las cosas en la economía del club para hacer pasar por caja a los pocos y fieles aficionados que nos dimos lugar en Nueva Condomina. No tenían que habernos cobrado, sino premiado. Para más inri, llegué al estadio y, de nuevo, otra cola. Esta vez para pagar 10 euros por ver al Real Murcia ante un Racing de Santander plagado de jugadores del filial.

Dentro del estadio, el paisaje era desolador. Éramos los cuatro mil de siempre. Las gradas, desiertas. El espectáculo, dantesco. No tenía a nadie a seis asientos a la redonda. El club decía que 5.600. Yo no me lo creo.

El encuentro empezó y la grada respondió. Éramos pocos pero no nos callamos. Aplausos, cánticos, vítores, desde el minuto 1. Apoyando al equipo, dándole un respiro a las críticas tras el mal comienzo de Liga. Era un partido de Copa. El Real Murcia empezaba de cero. Y eso, la afición lo sabía. El equipo no tanto. Javier Clemente hizo pequeños cambios, pero fue más de lo mismo. Como siempre: muy flojos en defensa y sin centro del campo. Pero el miércoles eso no importaba. Los murcianistas soñábamos que el Real Murcia podía darnos una alegría en la Copa para hacernos olvidar la tristeza de la Liga.

Y así fue. Tras encajar un gol en contra, en lo que era la primera llegada de los racinguistas, el Real Murcia no sólo empató el envite sino que lo remontó. El partido se volvió loco, el marcador también. Todo era alegría. Todo eran risas. Ese era el mejor regalo para los incondicionales que acudimos a Nueva Condomina. Una remontada que ni los más viejos del lugar recuerdan cuándo se produjo la última. Una remontada que disfrutamos y vivimos los cuatro mil de siempre. Los que seguimos fielmente al Real Murcia. Fue una inyección de murcianismo. Lo necesitábamos. Y es que más vale estar solos que mal acompañados.