«Ahorrar no es carecer de lo necesario, sino privarse de lo superfluo». Nuestros abuelos y padres nos enseñaron esta máxima disciplina.
Ellos venían de una pos-guerra y la previsión económica para el mañana era fundamental, por si faltaba la comida o aparecía alguna enfermedad que tratar.
Recuerdo que regalaban aquellas huchas metálicas para meter las monedas que en cumpleaños nos daban padres, padrinos y tíos.
Cuando se llenaba no creas que disponíamos del dinero, quizás algún juguete, pero el resto a una cartilla infantil en la Caja de Ahorros.
Entidades muy cercanas al pueblo, representadas por ‘hombres buenos’ del lugar, el médico, el alcalde, el cura, el presidente del casino, etc. Todos ellos componían la Junta Local que tomaban decisiones sobre tu futuro económico. El Director, un profesional de confianza para la Entidad actuaba de Secretario.
Mas tarde éstas entidades se complicaron la vida y comenzaron a operar como los bancos, pero sin embargo no tenían una Junta de accionistas que velaba por los resultados del balance, sino un consejo directivo compuesto por políticos, sindicalistas, personalidades artísticas y empresarios preocupados por cumplir sus propios compromisos y satisfacer sus necesidades.
En la actualidad, los gobiernos propician el consumo, o mejor dicho el consumismo, apoyados por los potentes medios publicitarios, de esta forma se incrementa la recaudación vía impuesto, se favorece la industria y el comercio y por ende el empleo (esto no es malo).
Pero hoy el considerado ahorro para el ciudadano medio es el pago del recibo de la hipoteca, con el tiempo la vivienda será tuya, esa es tu hucha.
Hoy se considera ahorro la completa educación de los hijos y su preparación académica para un trabajo digno en el futuro.
Hoy se considera ahorro llegar vivo y con buena salud para poder cobrar tu plan de pensiones, si no te lo han mal-invertido, o mal-versado.
«Quiero llegar hasta el fin si queda algo en la hucha y tu estás ahí»
Murcia, 30 de octubre de 2015