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José Hernández

El salto del grillo

Toros con García Lorca

Sentados en el madrileño café Pombo mantuve una muy interesante conversación con un joven, pero ya famoso, poeta y pintor llamado García Lorca, que un buen amigo español me presentó.

Quise saber lo que pensaba sobre la tauromaquia, controvertido tema con relación a los extranjeros que ven en este espectáculo una sangrienta prueba de crueldad del pueblo español.

Espero, comenzó diciendo, hacer comprender la belleza heroica, pagana, y mística de la lucha entre el toro y el hombre. Creo que nadie ha sabido explicar a los extranjeros el significado profundo, sublime, y casi diría, sobrehumano, del sacrificio taurino.

La corrida, a despecho de su acompañamiento acrobático y espectacular, es en realidad un misterio religioso, un rito sagrado. El torero es, con sus acólitos, una especie de sacerdote de los tiempos precristianos, pero al que el Cristianismo no pudo condenar.

¿Que representa el toro en la conciencia de los hombres? La energía primitiva y salvaje y, junto a ello, la ultrapotencia fecundadora. Es el bruto con toda su oscura fuerza , el macho con todo vigor sexual.

Pero el hombre, si quiere ser verdaderamente hombre, debe disciplinar y guiar la fuerza de su inteligencia, debe ennoblecer y sublimar el sexo con el amor. Tiene que matar en sí mismo la animalidad primigenia, vencer el porcentaje de bruto que hay en él. Su antagonista más evidente, en esta voluntad de purificación, es el toro. El hombre debe de matar los elementos taurinos que hay en él: la adoración de la fuerza muscular agresiva y de la fuerza erótica igualmente agresiva.

La corrida es la representación pública y solemne de esta victoria de la virtud humana sobre el instinto bestial. El torero, con su inteligencia pronta y despierta, con su ligereza de movimientos rápidos y elegantes de su cuerpo, supera, vence y derriba a la masa membruda ciega y violenta del toro. La victoria sobre la bestia sensual y feroz es la visible proyección de una victoria interior. La corrida es, por tanto, el símbolo pintoresco y agnóstico de la superioridad del espíritu sobre la materia, de la inteligencia sobre el instinto, del héroe sonriente sobre el monstruo espumajeante, del sabio Ulises sobre el cruel Cíclope.

El torero es el ministro cruento de una ceremonia de fondo espiritual, y su espada no es más que la supervivencia del cuchillo del sacrificio de los antiguos sacerdotes. Y como también el cristianismo enseña a los hombres a liberarse de las reminiscencias bestiales que quedan en nosotros, nada hay de extraño en que un pueblo católico como el nuestro concurra a este espectáculo sagrado, aun cuando no comprenda muy claramente esa íntima significación espiritual. Y podría recordarse que el rito inicial del antiguo culto a Mitra, aquella religión que en algún momento amenazó el triunfo del Cristianismo, consistía en el sacrificio del toro.

Mi buen amigo español, se levantó y abrazó a García Lorca. También yo, aunque sin abandonarme a tanto entusiasmo, reconocí que su ingeniosa y paradójica teoría era digna de atenta meditación, tanto para aficionados como para excepticos en la materia.

Murcia, 16 de diciembre de 2015

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Gusto de narrar mi entorno más inmediato, con frases pequeñas y bonitas.


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