Puede acabar con la pobreza, con la desigualdad, con el embarazo no deseado en adolescentes, la violencia física y sexual en el entorno familiar, también con el maltrato a cualquier edad.
Y como no, con la amenaza yihadista. En este apartado los retos en Occidente es integrar al mayor número de nuevos residentes procedentes de otras culturas y religión.
Su inmediata escolarización con acciones proactivas e inversión en políticas educativas en coordinación con los estados miembros.
Evitando repudiar o marginar al desconocido o al diferente.
Y no solo creemos que la educación es la mejor estrategia para romper el círculo de la pobreza, física y psíquica, sino garantizar el desarrollo de la persona y su dignidad, crear capacidades en el propio individuo, conseguir el acceso al mercado laboral, con suficientes ingresos que satisfagan sus necesidades y les haga libres, favoreciendo al propio tiempo una ciudadanía crítica y participativa, propiciando la democracia.
Para el Estado, invertir en educación no es un gasto más es la solución a problemas actuales y de futuro.
Pero este no es el único actor. Ahí entra la familia, que comparte la educación en la crianza en el domicilio y desde el principio.
Ceder protagonismo del espacio educativo con otros actores, centros privados y organizaciones culturales, respetando la pluralidad de propuestas educativas en la innovación y la diversidad. Sin condicionantes de tipo religioso.
Ahora bien, en época de crisis-desempleo, los jóvenes se desmotivan por un futuro incierto, dicen para qué estudiar, ¿para qué?
Los amigos son hoy la mayor influencia para estos por encima de la pareja o de los padres.
Beben de las redes sociales donde quizás esté su base actual de conocimientos.
La sociedad y la política del gobierno tienen el deber de poner los medios y transmitir optimismo en su futuro laboral a través de la enseñanza.
Estos pensamientos, por sí solos, nos inquietan pero aún más si consideramos que los jóvenes de hoy serán los adultos del mañana.
Cambiemos el mundo con la educación, quizás sea lo único que nos salve.
Murcia, 14 de marzo de 2018