Braceaba para impulsarse en el espacio,
lanzaba su pierna izquierda, después la derecha,
contorsionaba su cuerpo regulando el movimiento.
La roja cara desencajada, mirando a todos los que adelantaba,
observando el bajo caudal, el torpe navegar de los patos y las obras de acicalado del rio. De pronto, suena un móvil. Parece el mio.
Dudo en cogerlo pero recibo un mensaje intenso.
Es la parienta:
– ¡Eres abuelo! Se para, llora, no tiene consuelo.
Kilómetro cuatro, descarga metros y mira al cielo.
Su ritmo aumenta, presiente las dudas, los miedos.
Los talones quieren llegar antes que sus dedos.
Alcanzando el puente, se cruza con mucha gente.
Veinteava prueba deportiva en beneficio de una u otra ONG.
Esta quizás sobre los derechos fundamentales de los que nacen.
No puede cruzar, tampoco volar, piensa unirse, tiene prisa y,
no encuentra suficientes motivos para decidirse.
Ya en Reyes te buscamos, parecías invisible, pero no, ya te sentimos parte de la familia.
Tus primos contentos estaban con sus juguetes, pero tú,
tu deberías esperar hasta mayo para poder disfrutar de tu ajuar y sayo.
Pero has conocido el mar, a pesar de tener solo siete días, quién lo diría.
Necesitamos la oscuridad para querer y saber apreciar la luz….
Hoy ya eres, Alma, corazón y sobre todo vida.
Silencio total, solo tu nacimiento y
séptima existencia conceden futuro al ocaso de mi vida.
Salvando así la monótona rutina del día a día, gracias a la fuerza emocional que generan los nietos.
Murcia, 3 de junio de 2019