Anochecía y llovía intensamente, cuando Juan ‘El rojo’, regresaba a casa con el sobre de la paga de navidad. Al doblar la esquina, traidoramente, un individuo se le abalanzó, blandiendo una enorme navaja y amenazando, le quitó de dinero.
Juan se resistió y aquel le lanzó varias puñaladas, cayendo moribundo sobre un charco de agua.
Pero antes de recibir la última cuchillada, balbuceando le dijo: ¡las pompas serán mis testigos!
El malhechor cogió el sobre y, riendo, se alejó pensando en la estupidez que la pobre víctima le había dicho.
Una lluviosa mañana, Lolo ‘El Malasangre’, que así apodaban al criminal, sentado en la barra de la taberna perdía la mirada en el charco de agua que se había formado a las puertas del ventorrillo, y con gran sorna y chulería le dijo al tabernero:
¡Hoy hace diez años, en el vecino pueblo, me cargué a un pobre desgraciado y me dijo antes de rematarle que las malditas pompas de agua serían sus testigos… ¡Será gilipollas!
Al día siguiente, el concienciado tabernero, denunció a la policía el criminal suceso.
Cuando llueve, ‘El Malasangre’ se asoma al ventanuco de su celda y con la mirada loca y como ausente contempla las malditas pompas de agua que se forman en el gran charco del patio.
Murcia, 14 de enero de 2021