Quizás no duerman los niños en sus cunas. Apresuradamente, ella, recoge sus pertenencias. Todas caben en una vieja maleta.
Ha recibido oficio, con fecha límite, de una ‘mala nueva’. Los hombres de negro pedirán sus llaves y todos a la calle.
¿Dónde irán?… a casa de su madre.
¡No ya es muy mayor, está enferma, y sin ayuda de la dependencia!
¿Con su hermana? Tiene muchos hijos y su marido en paro.
¿Quizás a la parroquia? No, es Tierra Santa, y hace algún tiempo que no la visitamos.
Esa primera noche pernoctan en el cajero automático del nuevo propietario de la casa.
Está amaneciendo, y de pronto, recuerda que su primo tiene una granja y mucho espacio.
¡No puedo instalaros en casa, pero podéis quedaros en el establo!
¡Bien, responde, será cosa de tres días, los de pascua, las noches serán muy frías, sin embargo, estaremos bien y en compañía!
Cuatro meses ya habían transcurrido cuando su primo les dice; ¡Necesito ampliar el establo, quiero meter cincuenta cabezas de ganado . Tomad una hogaza de pan y dos botellas de leche, y podéis llevaros el viejo triciclo para facilitaros la marcha!.
Amaneciendo estaba cuando la familia se puso en camino
Esta noche podremos ver la Estrella de Belén para que nos guíe hacia un mundo mejor, donde exista una justicia solidaria y todos, todos de verdad, seamos iguales ante los ojos de Dios.
¿Pero, veremos a papá?, dice el pequeño.
Si hijo, ya hace tiempo que arriba nos espera, ¡pronto iremos en su busca, sé que nos quiere y nos echa de menos!
Cinco meses después apareció el vehículo, semienterrado, en una solitaria playa de oriente, o quizás sería de occidente, bueno, no lo sé.
Quizás los Magos Reyes, Santa Claus o la Estrella de David sepan donde están.
Un año después, Juan, recibió una postal de la Isla de Pascua, en la Polinesia , y decía:
¡Gracias a tus animales pudimos sobrevivir; las vacas con su leche, los hermosos huevos de tus gallinas, la guarda y entretenimiento que tu perro Tobi prestó a mis hijos, al calor que la mula y el buey nos dieron en tan frías noches. Y por último, a la energía que mis hijos transmitían preguntando por los cuentos de navidad y cuándo volvemos a casa, y cuándo al colegio y cuándo veremos a la abuela y cuándo cuando seremos mayores.
CONCLUSIÓN.- Son historias penosas que en las familias, últimamente, se vienen dando. Pudieron salvarse gracias a la actitud de una madre-coraje y a su empeño de vida, olvidando el mal pensamiento que por su cabeza rondó.
Quizás este relato sea lo más parecido al espíritu navideño.
Murcia, 24 de diciembre de 2021