Gigantes olas que rompéis bramando en playas desiertas,
envuelto en sábanas de espuma, ¡llevadme con vosotras!.
Llevadme por piedad al vértigo de la sin razón,
arrancando de la memoria los momentos sufridos y olvidados.
Con la fuerza y la razón, libérame de esta espesa bruma,
oscureciendo mi pensamiento por el amor no correspondido .
Retomar esta ácida amargura en la que me sometiste
por tu ausencia y locura.
Vuelven las olas y, por piedad, no me dejes con mi dolor a solas.
Sí quiero recordar lo que fui o qué valor había en mí y tú,
tú no supiste apreciar, porque nunca reconociste mi amor por ti.
Sí, afronté la vida tal como venía, adaptándonos al día a día
sin saber cómo lo hacía, pero sabiendo que te quería.
No te asustes, todos tenemos un plan final.
Cuando mis restos opriman la fría losa y mi pálido rostro no se reconozca sobre la profunda fosa,
¿quién al fin del día y en amaneciendo, se acordará que por este mundo pasé?
Y cuando la campana tañe, ¿quién rezará una oración?
Y cuando descubran quién me amó, verán correr su llanto de amor.
No quiero sepulcro blanco y ostentoso, no quiero funeral musical y espumoso.
No temo la oscuridad, pero si al olvido y la necedad, te espero… pero sin urgencias, no es una necesidad, quiero que tardes una eternidad.
Murcia, 19 de enero de 2022
Desde las dunas de “marchámalo” La Manga, Daniel, dejó esta carta dirigida a sus seres amados y también para los no correspondidos al conocer diagnóstico médico por la Covid.