Paseo infernal
Ayer desperté con dificultad por una calurosa noche de verano. Se encendieron las canículas y los inquilinos terrestres comenzamos la sudoración, provocando fatiga, ansiedad y perturbaciones mentales. Como siempre, entré en el salón, sentí frío, a pesar de ser julio, y observé que el vetusto “carrillón”heredado estaba parado. Levanté persianas y la calle estaba envuelta en una brumosa oscuridad. Brillantes luciérnagas errantes poblaban el cielo circulando en torno a una luna negra.
En la vivienda había desaparecido los muebles. Mi hija y esposa desayunaban en la cocina, les di los buenos días, pero no respondieron, pasé junto a su lado y no me vieron, insistí, traté de abrazarles y noté el aire frío en mi rostro. Me dispuse a bajar para realizar mi cotidiano recorrido por la mota del río, al abrir la puerta, me encontré con dos perros negros que amenazaban mi presencia.
Ya en el cauce, aguas turbulentas y rojas discurrían, amenazando desborde e invadir las calles de la ciudad. En lejanía veo; brujas danzando en torno a los viejos molinos, pirañas dentadas saltando sobre las aguas, el croar de pajarracos negros pululaban por la zona.
Mientras, la sardina asustada e inocente escondía la cabeza bajo el puente. Por fin el sol raya, la brisa siento, rio y lloro ambos al tiempo, mientras clamo. ! Qué pesadilla tan extraña!.
De prisa me levanto y abrazo, primero a mi familia, después al viejo carrillón que con su desplazamiento pendular ya acompaña mi realidad cotidiana. Quizás todo ha sido motivado por los más de cuarenta grados padecidos en mi rincón urbano, carente de jardines, piscina y árboles frutales.
Murcia, 18 de julio de 2023.— Salto del grillo