DISCULPEN si vuelvo a tratar el tema, pero todos pasaremos esta etapa, siempre que no tengamos siniestralidad en el camino, dicen que es la edad de la sabiduría.
No estoy muy de acuerdo, si puede ser la edad de la experiencia que supone el resultado de sumar conocimientos más desaciertos en la vida.
Cuando el paso del tiempo era menos acelerado, los acontecimientos históricos mas lentos, en las civilizaciones tradicionales, el anciano ha representado el papel de guardián y depositario del saber de la Comunidad.
Decía Anatoli que los viejos aman demasiado sus ideas y por ello son un obstáculo para el progreso. Para garantizar el progreso los pueblos primitivos se comían a los viejos. Ahora los archivamos en representaciones académicas y en residencias, siendo una forma de empaquetar y guardar.
Siempre se ha dicho que el abuelo aconseja a los hijos, por ser viejo se es sabio, que cantaba Alan Parsons, pero cuidado con los consejos, se dan y no se tiene en cuenta la temporalidad y personalidad del que los vivió.
Hoy son los jóvenes quienes enseñan al abuelo, el rápido y vertiginoso progreso en lo científico, en los modos de comunicarse (internet), en la globalización de los mercados, y lo que resulta mas grave e irreversible, el viejo ya no tiene capacidad mental para seguirlo.
En la vejez se hace balance, balances melancólicos, que escribía Norberto Bobbio, la conciencia de los propósitos no cumplidos. Todos los grandes interrogantes que permanecen sin respuesta. Lo posible depende del hombre, lo imposible de Dios, por ello, la vida debe ser aceptada y vivida en su inmediatez. Y añade, el pensador italiano, «en la vejez cuentan más los afectos que los conceptos».
La ilusión queda en las palabras de Azorín, «hay que envejecer pronto para vivir mucho».
Este relato corto pudiera ser reflexivo para algunos:
Toda su vida trabajando, cuando se jubiló compró una hacienda con ganado, para que su hijo desempleado la administrara, decidiendo pasar su tiempo en la habitación principal contemplando el paso de los días.
Después de tres años su hijo comenzó a cuestionar la pasividad de su padre.
– Se pasa la vida contemplando el paisaje y yo trabajando como un burro para alimentarlo.
Un día cansado el hijo de la situación construyó una caja grande de madera y le dijo al padre, que descansando estaba en el porche.
– Papa, por favor, metete ahí.
El padre obedeció al hijo puso la caja en su camión y fue hasta el borde de un precipicio, cuando se disponía arrojarle escuchó la voz de su padre.
– Hijo mío puedes tirarme por el despeñadero pero guarda la caja. Estas transmitiendo el ejemplo a tus hijos y con toda seguridad, van a necesitar usarla contigo.
Motivos marginales
El jubilado escribe, en principio, para sí mismo, aun cuando gustaría ser leído por una mayoría, decía Fitzgerald, «no se escribe porque quieres decir algo, sino porque necesitas decir algo».
Ahora bien, dice Carrascal, que pocos placeres mayores hay en la vida que ver una novela, un artículo, una simple página escrita por nosotros. Aunque seamos sus únicos lectores.
Y digo yo, un aficionado escritor mínimamente necesita experiencia y observación. Porque lo importante es descubrir en nuestra experiencia aquello que merece ser contado, observando y analizando nuestro entorno, y si además conseguimos potenciarlo con nuestra imaginación llegaríamos, con el tiempo, a interesar al gran público.