Como siempre la primavera llega preñada de frutos, iluminada de sol, cargante y llorosa de rayos, truenos y tormentas.
Y para ilustrar la florida estación quiero relatar el consabido cuento con moraleja “El balde de la anciana”.
La señora poseía dos grandes baldes, suspendidos en cada extremo de la vara, y que ella cargaba en su espalda.
Uno de los baldes estaba rajado y el otro en perfecto estado.
Este último siempre llegaba lleno de agua, desde el manantial hasta la casa mientras el roto llegaba medio vacío.
Naturalmente, el balde perfecto orgulloso estaba de su eficacia y el pobre balde rajado sentía vergüenza por llevar sólo la mitad del agua a su destino.
Después de dos primaveras, reflexionando sobre su propia y amarga incompetencia por estar rajado el balde habló con las señora.
– ¡Siento vergüenza de mi mismo porque esta rajadura que tengo me hace perder la mitad del agua durante el camino hasta tu casa, me siento inútil!
La anciana sonrió:
– ¿Has observado que lindas flores hay solamente en tu lado del camino? Siempre supe de tu defecto y planté semillas de flores en tu lado del camino. Y todos los días, cuando regresábamos, tu las regabas.
Durante dos años pude recoger aquellas bellísimas flores para adornar la casa, así como algunas verduras para alimentar a mi familia.
Si tu no fueras como eres, yo no habría disfrutado de aquello en mi hogar.
Cada uno tenemos algún defecto. Pero ello hace que cada uno de nosotros nos cumplimentemos y permite que la convivencia sea más gratificante.
Es preciso aceptar a cada uno por lo que es y descubrir lo que hay de bueno en él.
¡Por lo tanto, mi “defectuoso” amigo, buen día y recuerda regar las flores de tu lado del camino!.
También en esta luminosa estación ocurrió, el siguiente relato.
Cuentan que había un ciego sentado en la esquina de casa, con una gorra a sus pies y un cartón de madera en el cual se leía: “por favor, ayúdenme, soy ciego”.
Un creativo de publicidad que por allí pasaba, se detuvo y vio unas pocas monedas en la gorra. Sin permiso tomó el cartel, le dio la vuelta, tomó una tiza y escribió otro mensaje. Volvió a colocar el cartel sobre los pies del indigente ciego y se fue.
Por la tarde, el publicista volvió a pasar frente al ciego que seguía pidiendo, su gorra estaba llena de billetes y monedas. El pobre ciego reconoció sus pasos y le preguntó qué había puesto en el cartel.
El buen hombre le contestó:
– Nada que no sea tan cierto como tu anuncio, pero con otras palabras, sonrió y siguió su camino.
El ciego nunca lo supo, pero su nuevo cartel decía:
“Hoy es primavera y no puedo verla”.
Un buen mensaje transmite la belleza de la vida, quedando al descubierto las carencias que nos perdemos por no observar nuestro entorno.
La discapacidad se considera como una limitación personal, como algo que se tiene que curar o prevenir, como un castigo por haber hecho algo malo o como una carencia genética que merma su capacidad para comportarse en sociedad del modo que se espera.
Pero sin embargo, si esta la percibimos como una ocasión de hacer y crear algo distinto, desapareciendo el lamento y la pena, así como todo tipo de barreras, estas personas tendrán la oportunidad de una vida plena.
Por último, reconocer que además precisan de un mayor esfuerzo para llegar. Como Xia Boyu, que conquistó el Everest, después de cinco intentos, donde en el primero perdió las dos piernas, y en el último lo logró. Primer discapacitado que lo consigue escalar la cima del Everest ¡siempre ha sido mi sueño! Exclamó cuando coronó.
Murcia, 20 de mayo de 2018