Nunca es fácil abandonar nuestro país, nuestro hogar, nuestra gente, etc. Pero aún es menos sencillo cuando encontramos dificultades en el país receptor a causa de lo que llamaría ‘frontera del miedo’, diferencia de idiomas, costumbres y cultura. Y ya resulta complejo hasta doler si le añadimos manifestaciones de racismo, xenofobia contra el invasor, aún cuando éste llegue sin caballo y espada, pero eso sí, con hijos a sus espaldas.
Y para ello elevamos vallas, para asegurar nuestro estado del bienestar.
Y por ello construimos campos, les recluimos, les damos alimentos, cobijo e incluso dinero para que no tengan nada que hacer.
Estos se construyeron para acoger temporalmente a personas y familias que huían de su país por causa de la guerra, de sus ideas políticas o religiosas. Algunos llevan más de seis años viviendo así.
“¡Vinimos huyendo de nuestro país para encontrar la paz y trabajar porque estamos preparados, no para vivir de la caridad de Europa, y acabar confinados en un campo de refugiados!”, dice el Mayor del campo.
Pero, ¿cuáles pueden ser los orígenes del problema?
Según Maxi Sbarbi. además de los económicos y sociales, son los conflictos bélicos en los que la misma Unión Europea, o alguno de sus miembros está implicada.
Año 1885, las potencias europeas se reparten África, como si de un pastel se tratara. Cuando se independizan (mitad del siglo XX) el continente tenía tal grado de fracturación política, social y cultural que generó feroces guerras tribales sumiendo algunos países en un caos del que aún no han salido.
Las guerras por los recursos en Congo, Sudan o Nigeria las realizan compañías europeas y norteamericanas. Y cada una contrata, no solo la mano de obra barata, sino verdaderas guerrillas que actúan una contra otra para establecer sus áreas de influencia.
Los estados foráneos suelen apoyar militarmente a esas guerrillas y también a algunas dictaduras africanas para beneficiar a las empresas que buscan el oro, petróleo, diamantes y, sobre todo, el coltán.
La intervención militar en Libia en 2011: Liderada por Francia e Italia para derrocar a Gadafi, degeneró en una actual guerra civil. Pero Italia está pagando su tributo. El 96% de los desembarcados en sus costas procede de Libia. Ahora, su ministro del Interior, Matteo Salvini, niega la entrada de refugiados, y dice “que Italia ya no es el felpudo de Europa”.
Intereses imperialistas: En Libia se encuentran las más vastas reservas petrolíferas del continente africano. La compañía italiana ENI controla el 70% de la producción total libia. En mayo de 2015 se anunciaron dos importantes yacimientos de gas y en ambos la italiana ENI es la única operadora.
También en Libia están los intereses de la empresa francesa ‘Total’, de la española ‘Repsol’, de la alemana ‘Wintershall’, y de alguna norteamericana.
La falta de control en este país actúa como imán para la redes de traficantes de personas que les cobran altos precios para llevarlos de sus países de origen a Libia y de allí los ayudan a cruzar el Mediterráneo. Pero en la travesía suelen abandonarles a la menor dificultad. Ahora bien, si tienen suerte algún buque de las ONGs los recoja. Y si tienen suerte algún país los acoja.
En ese tiempo Francia, muy activa en el continente, envió soldados a Costa de Marfil para forzar el cambio de Presidente. Combatió a islamistas y ‘tuareg’ en Mali para preservar su zona de influencia. En un área que se encuentra en disputa económica con China y no por miedo al extremismo radical.
Si cruzamos la frontera de Mali está Níger que exporta casi todo su uranio a las centrales nucleares francesas que producen el 75% de la energía eléctrica que consume el país europeo.
La venta de armas, por parte de algunos países europeos a las guerrillas opositoras en Siria, así como la entrada en el conflicto de Rusia, EEUU o Irán incrementan el problema en éste país.
Más de seis millones de sirios han abandonado trágicamente su patria, pero sólo quinientos mil están en campos de refugiados en Europa, el resto vive en los países limítrofes con mucha penuria.
Hay soluciones. Europa debe aceptar la llegada de refugiados, controlando su distribución, asumiendo su cupo algo en lo que los miembros no se ponen de acuerdo. No sólo perseguir a los traficantes, dado que estos no son la causa sino la consecuencia de la demanda de escape y huida de la población africana y asiática.
Las guerras económicas y las intervenciones militares crean miseria y desplazamientos. Europa debe actuar en consecuencia. Así como apoyan a compañías trasnacionales para que se establezcan en las zonas africanas ricas en recursos naturales, también deben asumir esa flexibilidad a la hora de aceptar refugiados que ellos mismos ayudaron a crear.
En lugar de destinar una partida de 18.000 millones de euros para compensar a los países que acogen al refugiado y al mantenimiento de sus campos, se debería actuar e invertir en los países de origen.
En este criterio coinciden la mayoría de ONGs y analistas internacionales.
20 de junio 2018 – Día Mundial de los Refugiados