El virus invade nuestros hogares, separa a los seres queridos, vacía las calles y quebranta la economía (el bar donde íbamos a desayunar ha cerrado, no obstante siguen preguntando por ti). La virtud de la paciencia está en desuso, las circunstancias nos concitan a recuperarla.
Sí, amigo Daniel, la esperanza de recuperación está en el preparado antivírico de laboratorios americanos, pero esperamos que la presión mundial urgenciando el remedio, no congele alguno de los atributos que al tratamiento se le supone. En este escenario pandémico se impone, más que nunca, el uso de la paciencia.
Por ello, y a mi juicio, surge la virtud de la paciencia. Y este verbo que dice: “aguantar cualquier adversidad, sin apenas hacer o decir nada”. Muy al contrario, exige poner en acción todos nuestros recursos emocionales. Exige mantener la serenidad durante los malos tiempos. Tampoco significa “quedarse quieto a esperar”.
Se trata de una reflexión basada en la sabiduría y equilibrio emocional, no en las vísceras tormentosas. “Ten paciencia con todas las cosas, pero principalmente, paciencia contigo mismo… Cada día comienza tu tarea de nuevo” (San Francisco de Sales).
Sin paciencia, estamos condenados a la frustración y a la desesperación, porque no podemos cambiar o conseguir cosas tan rápido o de la manera que desearíamos. “Un momento de paciencia puede evitar un gran desastre; un momento de impaciencia puede arruinar toda una vida” (proverbio chino).
Recuerdo, mi admirado Daniel, tu reflexiva y profundo pensamiento….
“A veces me parece que lo que hace que Dios sea omnipotente no es el poder, sino la paciencia infinita que da la inmortalidad. Nosotros, los humanos, en cambio, nos enfrentamos con ese grado de urgencia al que nos obliga la forzosa conciencia de nuestra finitud”……………///.
Murcia, 11 de enero de 2021 – Salto del Grillo