“Los pájaros no saben de despedidas” dice una canción de Joaquín Sabina, una como otras muchas que dicen tantas y tantas cosas. Pienso que tal vez sea por eso, porque los pájaros no saben de despedidas, por lo que lleva ya cinco años con nosotros el pequeño logo alado de Twitter, un servicio que se ha hecho fuerte como sólo se hacen fuertes los que logran pasar inadvertidos al principio, los que entran sin hacer ruidos.

Y es que en cinco años, el pájaro de Twitter no sólo no ha tenido conocimiento de despedida alguna, sino que además se ha doctorado en bienvenidas. Twitter ha popularizado el tiempo real en Internet, donde ya nada ocurre sin que se comente segundo a segundo; ha creado el fenómeno de la conversación grupal entre interesados en temas comunes. Papá y mamá no lo habrían aprobado.

En cinco años Twitter ha dicho ‘hola’ a casi doscientos millones de usuarios para a continuación preguntarles “¿Qué está pasando?”, y los usuarios, contra todo pronóstico, se han empeñado en contestar a la pregunta. Allí, en ese pequeño servicio se intercambian ideas, se comparte, se regala.

Twitter es una empresa de unos 400 empleados. Poca cosa. Un recién nacido que en España ha encontrado un campo abonado para la comunicación. Es sorprendente la popularidad que ha adquirido en nuestro país, poco acostumbrado a situarse en cabeza.

Te dedicas a leer lo que otros dicen. Te gusta consultarlo periódicamente. Has ido añadiendo usuarios a tu ‘timeline’ hasta hacer de esto algo interesante. De algunos de ellos no tenías más información que una fotografía y una línea descriptiva. No los conocías. Con algunos hablas ahora habitualmente. Sabes que no lo habrían aprobado.

De alguna forma Twitter va contra el modo en que hasta ahora hacíamos las cosas. Su popularización ha desdibujado los círculos. Para determinados asuntos, para solucionar dudas, para pedir ayuda, para charlar, hemos empezado a apoyarnos en círculos no tan íntimos como hasta ahora.

Papá y mamá no lo habrían aprobado. Te dijeron que no hablaras con desconocidos. Y tú te abriste un Twitter.