Spotify sale de Europa para probar suerte en Estados Unidos mientras Netflix inicia los trámites para desembarcar en España
Dos servicios de éxito en internet han decidido casi al mismo tiempo cruzar sus trayectorias en el Atlántico para probar suerte en nuevos territorios. Por un lado Netflix, el servicio de visualización de series y películas online que ha cambiado la forma de entender la distribución de productos audiovisuales en Estados Unidos, se ha puesto en contacto con los productores españoles para alcanzar un acuerdo que le permita desembarcar en España en enero; por otro, Spotify, de filosofía muy similar pero aplicada en este caso al negocio de la música, ha iniciado su incursión en Estados Unidos después lograr más de 10 millones de usuarios en Europa y ya permite acceder mediante invitación a la descarga de su reproductor.
La fórmula que da vida a ambas plataformas, la reproducción online de grandes catálogos mediante suscripción, parece funcionar. Netflix ya cuenta con más de 26 millones de usuarios en Estados Unidos, y no para de crecer. El producto es sencillo. Por 7,99 dólares al mes, la plataforma ofrece acceso a un extenso catálogo de películas a través de internet con un inicio de reproducción casi instantáneo y buena calidad de imagen y sonido. El usuario decide qué quiere, cuándo y cuántas veces.
El modelo de Spotify es más conocido. En España se ha hecho popular a gran velocidad, fundamentalmente porque su oferta, llevada al mundo de la música, ofrecía lo mismo que Netflix pero gratis. A cambio había que escuchar un par de anuncios entre canciones. Era difícil que no lograra usuarios.
Ahora las cosas han cambiado un poco. La cuenta gratuita de Spotify se ha llenado de limitaciones cuando su éxito se ha construido precisamente sobre la ausencia de las mismas, y el servicio se encuentra en ese momento clave en el que puede serlo todo o nada. Los verdaderos amantes del producto pagarán, como hacen los estadounidenses con Netflix, por tener acceso ilimitado sin anuncios a todas las canciones. Así lo esperan en la compañía, aunque la incógnita va a sobrevolarles un tiempo más.
En Estados Unidos, Spotify se enfrenta a competidores fuertemente asentados en la venta de música en formato digital, como lo son iTunes y Amazon MP3. Netflix, sin embargo, llega a un mercado atomizado, sin grandes dominadores, que espera desde hace tiempo el nacimiento de un buen servicio que permita disfrutar de series y películas bajo demanda.
El pago de una cuota mensual de menos de diez euros por un producto que traspase los absurdos -e incomprensibles para el usuario- límites de catálogo, generalmente por falta de acuerdo entre productoras, parece un peaje razonable, sobre todo si se tiene en cuenta que los contenidos de Netflix pueden reproducirse por igual en el televisor de casa que en el ‘smartphone’.
Sorprende que, con el éxito de Netflix a la vista de todos, no se hayan apresurado en Europa a emular el servicio, que no hayan llegado a un acuerdo entre todos los productores audiovisuales para explotar sus obras de forma conjunta en internet. Su lentitud de reacción da alas a las aspiraciones de expansión de Netflix. Al menos ellos parecen saber lo que hay que hacer.