Desde 2007 lo he visto una y otra vez. Cuando alguien pasa unas semanas con un teléfono con pantalla táctil, una tableta o cualquier otro dispositivo cuya interfaz se maneje con los dedos, algo cambia para siempre. He visto a gente clavar su índice sobre la pantalla no táctil de una Blackberry (un minuto de silencio), de un Nokia, e incluso de un Alcatel…
Algo hay en la tecnología táctil que conecta poderosamente con nuestro cerebro.
Podemos entender una interfaz basada en referencias, podemos interiorizar el extraño hecho de que, al pulsar un botón, algo se mueva cinco centímetros más arriba. Sin embargo, no hace falta explicarle nada a nuestro cerebro cuando la relación con el objeto es directa. Ya sabe que si empujas algo debe moverse. No requiere aprendizaje. Es el gran triunfo de lo táctil, lo que ha hecho que se popularice esta tecnología pese a algunas de sus desventajas. ¿Alguien ha dicho escribir un mensaje sin mirar? No, eso ya no.
Youtube está plagada de niños jugando con estos dispositivos con total naturalidad. La fascinación que sienten es similar a la de los adultos. Pueden dar un iPad a un anciano. Pronto habrá aprendido a usarlo. No lo intenten con su teléfono móvil de finales de los noventa.
Todos hemos crecido en el universo de la referencia. Ponemos laverdadtv pulsando un número en un extraño mando lleno de números, movemos un puntero en la pantalla de enfrente a través de un pequeño dispositivo al que llamamos ratón, entramos a carpetas, ejecutamos archivos. Adaptarse a la simplicidad del nuevo mundo no nos es complicado. ¿Pero qué hubiera pasado si desde el primer momento hubiéramos crecido en un entorno táctil? ¿Cómo reaccionaríamos ante otras situaciones? En ese sentido el vídeo que adjunto resulta especialmente gracioso.
No es una moda. Lo táctil ha triunfado porque lo hemos entendido sin pensarlo.