Apple ha ganado la que probablemente sea la segunda batalla legal más importante de su historia. La decisión de un jurado federal estadounidense de condenar a la surcoreana Samsung a pagarle 1.000 millones de dólares por copiar la tecnología del iPhone y del iPad en algunos de sus dispositivos, marca de forma definitiva un punto de inflexión en el avance de los dispositivos móviles.
Si ésta es la segunda más importante, ¿cuál fue la primera? La primera fue con Microsoft, y Apple perdió. La compañía de la manzana acusaba entonces a Microsoft de violar su propiedad intelectual por copiar el diseño de la interfaz gráfica del Macintosh.
El precedente de los 90
Apple había licenciado a Microsoft algunas partes de la interfaz gráfica de su sistema operativo Mac OS, que utilizaba la metáfora del escritorio, las ventanas y los iconos que se hizo tan popular posteriormente y que llega a nuestros días. Así, con el acuerdo, Microsoft dio vida a Windows 1.0. Pero cuando llegó la segunda versión del sistema, Apple consideró que Microsoft estaba sobrepasando los límites del acuerdo y que directamente estaba copiándoles. Y no se referían solo a las funcionalidades, sino al denominado ‘look and feel’ o aspecto y sensación general del sistema, es decir, los detalles. Apple, como ya he dicho, perdió, y desde ese momento, Microsoft pudo copiar legalmente, amparada por su acuerdo de licencias, la interfaz que había hecho diferente al mac.
El litigio marcó la evolución de ambas compañías con resultados conocidos: Microsoft se convirtió en líder de la industria de los sistemas operativos con Windows mientras Apple se acercó peligrosamente a la desaparición, con Steve Jobs fuera de su propia empresa durante una etapa especialmente creativa de su vida en la que fundó Pixar y NeXT.
Samsung y la ‘inspiración’ californiana
El enfrentamiento entre Apple y Samsung recuerda poderosamente a la guerra con Microsoft de los 90. Apple inició con el impulso de un enfadado Jobs una guerra a los clones del iPhone. Es innegable la carrera del sistema Android de Google y de los fabricantes de teléfonos por ofrecer terminales similares al iPhone desde su aparición en 2007. No hay más que echar un vistazo a cómo eran los teléfonos antes del primer iPhone, presentado en 2007, y todo lo que ha venido detrás.
En el caso de Samsung, la cuestión es, además de obvia, ciertamente sonrojante. Los documentos que han salido a la luz durante el juicio evidencian un estricto marcaje de la compañía surcoreana a los productos de Apple, con extensos informes que desgranan las características que los hacen existosos y que ordenan cambios a su imagen y semejanza para mejorar los de Samsung.
Samsung Relative Evaluation Report on S1, iPhone
He leído en algunos sitios que esta guerra la pierden los consumidores porque reducirá la oferta de productos de su gusto, y no puedo estar más en desacuerdo. Samsung, que recurrirá la sentencia, podría tener que pagar esta suma, y posteriormente podría seguir utilizando algunas tecnologías previa licencia con Apple, pagando una canon por cada dispositivo, pero eso es un procedimiento habitual en el mundo de la tecnología, cada producto paga por usar algunas tecnologías mayoritarias pero que no son de su creación una suma en patentes.
Windows 8 también utiliza tecnología de Apple, pero la ha licenciado. La creadora de Windows paga un precio por ello a cambio -esta vez Apple ha estado más lista- de no crear ‘clones’ de los productos de la manzana. Curiosamente, este hecho no ha supuesto ningún problema para que Windows 8 llegue con un halo de sistema de éxito. La nueva versión se presentará con una interfaz con personalidad propia a una distancia suficiente de la idea de Apple como para que no haya suspicacias, y con algunos enfoques innovadores que parecen haber cosechado el favor de sus futuros usuarios.
Lo que Apple ha pedido a la Justicia es que proteja las ideas, y que no permita la copia impune. Esta batalla, a la larga, hará ganar, no perder, a los usuarios, porque fomenta la creación contra la copia. Esta sentencia le dice a las empresas tecnológicas que trabajen sus propias ideas, porque si dan con alguna que se convierta en el estándar, ganarán mucho dinero, bien vendiendo sus productos, bien licenciando su tecnología a la competencia.
Permitir la copia sin exigir un precio por ello desincentiva la creatividad y penaliza a las compañías que invierten grandes recursos y esfuerzos en el desarrollo de nuevas tecnologías. El camino es peligroso porque envía el mensaje de que es mejor y más barato esperar a que lo inventen otros y copiarlo que malgastar el dinero en explorar caminos propios que no se traduzcan en éxito comercial.
Es importante mantener un equilibrio judicial que evite la guerra de patentes como norma de comportamiento entre compañías tecnológicas y que, a la vez, deje clara la existencia de líneas rojas en el respeto a la propiedad intelectual de los competidores.