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Juan José Ríos

La i de innovación

Que paren el mundo que me quiero bajar

La eclosión de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) y la popularización de Internet originó el término sociedad de la información. Si consideramos la información como “materia prima”, su procesamiento da lugar a la sociedad del conocimiento en la que estamos  inmersos actualmente.

Aunque las innovaciones “tecnológicas” han jalonado la historia de la Humanidad (fuego, rueda, imprenta, máquina de vapor, autogiro, …) y han originado  transformaciones sociales y económicas de gran trascendencia, nunca como ahora, y de ahora en adelante, la cultura de la innovación, basada en el conocimiento y la creatividad, se torna más relevante y estratégica para sobrevivir en un mundo globalizado.

Qué duda cabe que las tecnologías del momento serán herramientas a tener en cuenta para innovar, pero la innovación es  multidisciplinar (se puede apoyar en varias tecnologías y afectar a diversas áreas de actuación) y trasciende a los ámbitos puramente tecnológicos, ya que se basa en las personas, en su creatividad, motivación, capacidad de asociar ideas, de trabajar en equipo, de resolver problemas, de cuestionarse hechos que se consideran inamovibles, de crear redes de contactos, de experimentar sin miedo al fracaso.

Por estas razones me atrevo a definir esta nueva etapa que nos ha tocado vivir como la sociedad de la innovación continua. Una nueva sociedad que asume, de forma generalizada el cambio como algo natural, consustancial a un mundo que evoluciona tan vertiginosamente que uno no puede decir que se baja de él, como decía el genial Groucho Marx. No sólo para no bajarse sino para todo lo contrario, para “darle cuerda” al mundo,  deben prepararse nuestros jóvenes adecuadamente.

El modelo educativo actual está diseñado para enseñar a desenvolverse en un mundo diferente, en una sociedad industrial ya superada.  El paradigma del 2x4x6 (2 cubiertas de un libro, 4 paredes de un aula, 6 horas al día) está obsoleto, no es válido para un tipo de sociedad distinta,  en la que la capacidad de memorización no es importante, en la que hay que fomentar la mentalidad emprendedora,  la creatividad y las habilidades necesarias para trabajar.  Las personas que forman a nuestros hijos y las que les tienen que contratar deben dejar de ser “tribus hostiles”.

Por desgracia, todavía se dan casos de profesores que dictan apuntes en sus clases y que consideran que adaptarse a los tiempos de los alumnos que deben preparar para ser protagonistas de un futuro cercano no forma parte de su obligación profesional. Parafraseando a Celaya y la definición de su poesía, la educación es un arma cargada de futuro.

Urge, por tanto, cambiar el modelo educativo para que los centros de enseñanza no sean ámbitos desconectados de la realidad sino todo lo contrario. La sociedad de la innovación continua lo demanda.

 

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Sobre el autor

Si tuviera que definirme en pocas palabras diría que me considero catalizador, promotor de cambios. Dentro de un espíritu inquieto y de sana rebeldía, me gusta definir las actuaciones dentro de un marco que las dote de coherencia. Me importa mucho el entendimiento personal. Mi mundo, hasta los 26 años, se ceñía exclusivamente al ámbito educativo. Estudié Matemáticas y la salida inmediata era la enseñanza. Nunca pensé que podría dedicarme a algo diferente. Me tocó vivir la eclosión de los ordenadores personales de la década de los 80. Empezaron a dotarse los centros educativos de PC ́s. Fui uno de los profesores de Informática de este primera ola. En esta época, junto a un amigo, adquirí mi primer ordenador personal (carísimo) para uso empresarial. Empecé a conocer el mundo de la empresa. En la década de los 90, me cautivó el Informe Bangemann, como marco inspirador de la Sociedad de la Información. De la mano de Juan Bernal, Consejero de Economía y Hacienda, fui Director General de Informática de la Comunidad de Murcia. Fue una etapa apasionante y creativa donde abordamos proyectos como la Red Corporativa de Banda Ancha, la adaptación al euro y el año 2000, la implantación de SAP o la realización de uno de los primeros proyectos de ciudad digital de nuestro país (Ciezanet). Compaginé, durante muchos años, la docencia con el desempeño de puestos de responsabilidad en empresas regionales del sector TIC. En 2009, como profesor, puse en marcha un proyecto innovador cuyo objetivo fundamental era comprometer a los padres en la mejora del rendimiento educativo de sus hijos (proyecto COMPAH). Empecé a familiarizarme con el mundo 2.0 y a emplear estos recursos en mis clases. Como admirador de Morris Kline, soy un amante de las aplicaciones de las Matemáticas al mundo real como elemento motivador de su estudio por parte de los alumnos. Mi primer contacto con las metodologías de la innovación (Design Thinking) se produjo en 2010, de la mano de un consultor, Xavi Camps, que me hizo ver que la creatividad y la innovación son la base de la prosperidad de las organizaciones y que estos atributos se pueden entrenar y perfeccionar. Desde entonces, soy un apasionado de la innovación como concepto transversal. Creo profundamente en la innovación pública. Las instituciones no pueden seguir funcionando casi como en el siglo XIX. Deben transformarse, en el contexto del paradigma de Gobierno Abierto, para convertirse en organizaciones centradas en los ciudadanos, transparentes, sostenibles, eficientes, ligeras y facilitadoras de la actividad empresarial y de la creación de empleo de la mano de iniciativas como el Open Data. Como ciudadano me preocupa especialmente la sostenibilidad de la sanidad pública, y de las pensiones, ahora que voy viendo cada vez más de cerca la edad de la jubilación. No sé contar chistes pero me divierte el humor surrealista y los juegos de palabras, que a menudo sufren familiares y amigos. He trabajado como asesor de innovación en la CARM (2012-2016). Actualmente he vuelto a mis clases en el IES Alfonso X El Sabio, soy Director Adjunto de la Cátedra Internacional de Innovación de la UCAM y participo en un proyecto empresarial.


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